Prismas, perfume y demora.

No dijiste nada, no viste el Sol con ojos de plata, no iluminaste el cristal con tintes acaramelados, aún así, tu perfume golpeó mi pecho en una huelga de colores, como un prisma desaturado, pero como un vuelco al costado. La demora de las personas, la evolución del pensamiento, la maroma del destino abrazando al Minotauro, el sexo en fotogramas ralentizando la vejez, el envión del cuerpo armonizando las complicaciones, los obstáculos, las faltas.

De Bowie a Bonnamassa, de Franklin a Zappa, la música ilumina un mundo atónito ante tus modales, tus modos, tus verdades, el cine te quiere de función en sus salas principales, el anfitrión te quiere de protagonista en sus finales, el mundo entero oyó un himno entre callejones internacionales y yo, te soñé como aroma abrazando mis debilidades.

Aspectos similares, simientos singulares, simpatía, simple melodía de tu risa post mediodía, libre, plácido orgasmo de Domingo, conocimiento empírico de los besos que acaban en flama, extracto abstracto para un choque lisérgico de tus colores fisgones, mis cardúmenes de carpas soñando ser dragones, los lúmenes de tu sonrisa son perfume en el refugio azul de idílicas visiones.

Soy párrafo.

Soy pragmático para la derrota, estoico antes que estático, el peso de la Bulgaria caída, la tierra bajo la planta de mis pies, soy incógnito, anónimo, en el regazo de la timidez mas sólido, explosivo en la confianza. Soy puños que tumban las barreras de los complejos y los simples, la nota azul de la escala, soy el hilo que une los continentes en un orgasmo absurdo; dale vida al bolero de las sandalias negras, la salsa se vuelca sola en un vendaval caribeño, dale voz a la guardia que resiste dentro cuando azotan los recuerdos, las fechas parcas, las velas tristes. Soy la cura a la mirada austera, soy la mano que sostiene la antorcha, en giro del talón que vuela el polvo del suelo, soy ácido, sombrío, soy la vida a rastras, doy el salto aunque me aterre, doy el paso para salir de Finisterre, soy mis brazos largos para encerrarte en un abrazo, las piernas en el sofá de la terapia, soy ambigüedad, vítrea impronta, espuma en el agua de la botella cristalina, láminas coloridas en el suelo que nadie quiso, el valor impuesto es insignificante cuando las sonrisas son moneda corriente, soy abrigo, soy regalo, soy textos de uno, dos párrafos, soy un juego de corrido, la psicodelia cuesta abajo sobre las ruedas ausentes de la Galicia que abraza el aire, soy dosis, soy clase, soy mirada esquiva hasta que ya no, soy albor y brisa, las palabras que olvido, las que omito, excluyo, las que sangro y las que transpiro, soy la guitarra que nadie quiere escuchar, soy furia silente, paciente felino de ojos fieros, soy legado porque el tiempo vuela y al mirar hacia atrás soy afortunado por los que guardan mi espalda, soy un intento sincero por ser mejor, soy humano, primitivo, soy animal, soy la remasterización del que fui ayer, soy el concepto base del que seré mañana, soy evolución, soy desgaste, soy final, estoy en constante desbaste.

Mística, maldita.

Se cierra el telón durante el vendaval, la cortina de luz matinal soltando flashes en magenta y cyan, de cuánto espanto tenemos que hablar para firmar el acuerdo de paz, si tus días raros son pasado pensando en el pasaje de la biblia azul, absurda y al Sur, alud de consonantes en un consorcio de bar, barras locas de atar, ataduras con cordeles pendulantes en el manzanar, bailar bajo el árbol negro por burlar al buen destino y mendigar, mendigar una gota de más en la boca de la Eva bipolar, positivismo peregrino sobre el paño verde de la burla y la murga quizás. 

El canal de la manta, el carcaj de las voces infinitas, el rapaz deseo de heredar la copa de Adán, "Tres huellas no hacen un camino", dice aquel que aún no bajó sus pies del sillón desde el que mira a todo aquel que lo intenta, fallar y volver a fallar. Me estalla el corazón en un suspiro, Valencia y sus "Tal vez", tal vez debí volver, volver al tiempo de los tiempos extraños extrañando la extraña música de la caracola, extrañar con la visceral sensación de que las entrañas se embalsan ante la entrañable, mística y maldita sonrisa de Lola.

Madrigal, prohibidas palabras mayores que profanan la nueva normalidad y se abrazan donde las bocas no se cubren y el que calla no es por otorgar, se hace uso del silencio como si fuese otra vocal, una seña, el slang de los que no necesitan gritar para transmitir, hablar para comunicar, el silencio como un himno de compases sin vocablos ni ribetes, la mente en blanco como lienzo para pintarle una vida entera a la dama de los dados escarlata y los labios a tiempo y tono.

Amanecer crucificado.

Tengo el placer de volver a mi cabina, decorada por un carnaval de bitácoras y cartulinas, cubierto de polvo y rodeado de la obscena oscuridad del universo abierto, me siento incompleto sin la libertad de perdernos juntos en el viaje, me siento poco bienvenido en las esquinas de la patria y su potestad, supongo que ganar el paisaje de la inmensidad estelar debería balancear tu partida, mas prefería el encierro de una habitación a oscuras que la infinidad e iluminación de mil galaxias en el escaparate de lo inmensurable.

Se me hizo eterna la vuelta, se me partió en dos la veda, me censuró la razón un cometa que viajaba desnudo al encuentro con un Sol, el sostenido de un Do me sugirió un bemol antes de un trago de realidad, los caballeros de la mesa sin Radio se fueron sin pagar la cuenta y la última cena fue un escenario amargo, el vino se volvió agua cuando se juntaron las copas y se vaciaron los platos cuando por las prisas perdió su zapato María Magdalena, se le hacía tarde para la cita con el esclavo, sin hadas ni madrinas, sin cámaras ni bambalinas, sólo ellos, medianoche y pecado.

Enciendo motores, vibro, inicio los comandos, el manual instructivo del Capitán Beto sobre unos botones por si acaso; sintonizo una emisora, pesadillas, miniaturas, Nueva York y las gafas de Alfonsina; velocidad crucero, hoy no me persigue el tiempo; gruñido y descontento, tengo recuerdos guardados, me falta talento, tengo palpitos y ansiedad, me falta tu aliento; sueño con las luces del viento, me ausento del cuento, te busco en la guantera, te encuentro dormido en el cruento convento de las hazañas y los inventos, brilla un filamento, vibra el horizonte mirando al firmamento, tu voz ausente me despierta del intento de perderme para siempre, una luna se sonríe de lado, un cerrojo mental se abre y arrojo derrotado al suelo el candado, amanezco crucificado, me arden en la piel los vestigios de tus rastros, arden en mi piel tus huellas como rayos en la frente del mago, acelero, dentro y fuera de mi mente, continúa el viaje, este universo nos pertenece, el amor nos vió nacer, nos verá morir, el amor nos precede, nos sucede, el amor es mucho más que nosotros, el amor nos excede.

Los zapatos de Cronos.

Y en una terraza bajo nubes y cañas tendimos la mano a la vetusta casualidad de tener días raros, de escapar de los otros, de salir de los moldes, romper los bordes, forjar un filo capaz de cortar todas las barreras, las obsesiones, los trastornos, los excesos, las adicciones, la abstinencia, la indecorosa sensación de ser ajenos en un cuerpo propio. 

Nunca supe qué miraba, nunca fuimos juntos al espacio, nunca vestimos la primavera de azul, nunca me dijo cómo ser si no volvía de la última siesta y así estoy esta mañana, con un ojo en el reloj y otro en el suspiro de luz que asoma bajo la puerta, a ver si en una vuelta más de su ronda se le escapa una vez más un nuevo compás de la canción que cantamos bajo la luz de una estrella fantasma y la despedida ficcional. Suelto un susurro de tanto en tanto mirando al fondo del abismo, asumiendo que en la oscuridad estarás mirando, esperando que el eco de mi voz en la acústica de la nada me devuelva una sonrisa con sabor a menta y lima. 

Me quedé sin dados ya, buscándome la vida y jugando contra la suerte los dejé caer tras un soplido, cruzando mis dedos y rogando por el Once; nunca supe qué saqué o si gané o perdí, si los dados se partieron al llegar, si el As marcado no fue siete ni estrella o si quedaron suspendidos en el vuelo de la mariposa que guarda en sus zapatos el "Tac" del "Tic" del "TOC" del desorden de la iluminación y los abrojos vencidos, se quedó sin tiempo el dios de los instantes, sigo buscándote en este universo nacido de la colisión de nuestros cuerpos desafiantes.

Contigo soy charlas.

Soy el monstruo al que tus peores monstruos le temen, la crudeza de los demonios que a los que creen tener todo ataca mientras duermen, soy la fruta que no puedes dejar, el azúcar, la sal, la abstinencia, el malestar, la resistencia, la superación, el grito en el altar, soy los mangos, el de la fruta fresca en tus labios para desayunar, el de la pala con la que entierras los libros, las mandrágoras que te enseñaron a gritar, soy el último tren de la noche a Gibraltar, soy el último que dejaste escapar, los miedos infundados, pero ninguno real, abrazo, camisa y costal, la costilla que le faltaba a tu lado sentimental. Soy el fino grano de la película en la que te besan el vértigo y tu fantasía más vulgar, soy colonia, el álamo, el manantial, el mineral del agua de la mesa del comensal, soy la reserva oculta tras las bases y el carnaval, la cerámica que olvidaste antes de salir a girar, la linterna innecesaria, la lágrima en la miel del vaso en Yucatán, soy lejano, soy Oeste, soy urbano, agreste, soy el ramo, pureza, soy peste. Soy el tono, lo simple, lo que cueste. Soy los sueños, los fraudes, lo que te frustra, lo que te abraza y lo que te embiste, soy cuerpo, soy flama, soy forma, soy alma, soy todo contigo, sin tí no soy nada.

Las pausas infinitas.

Vamos a volar juntos sobre el dragón blanco de la tinta negra, a jugar entre las grietas del caparazón de la tortuga que sostiene el mundo, vamos a hablarle a la Luna del parque de la luciérnagas extintas, la curva maldita, la hija que grita, la grata sorpresa del apagón universal, vamos a huir de la lluvia, de las calaveras, a besar las dunas, a pisar los bares, que estallen los barómetros y los varones, que el puño cerrado no sea para golpear pero cambie el curso de la historia una vez más al brillar en lo alto. 

Vamos, que de vuelta a la vuelta habrá tiempo de quitarnos la ropa en el lodazal de las preguntas no hechas y las respuestas nunca vistas. Me siento en el piano y suena una escena fantasía en la que estoy y no, toque de queda, queda darle un toque a nota que dibuja sombras a mis espaldas y que hagan temblar las cuerdas en vibrato, las cicatrices que no se ven nacidas del maltrato  harán crujir los tablones del ático donde guardo el arsenal para la revolución, donde baila Lola la canción de las pausas infinitas, munición para asesinar. Los pasos desnudos sobre la madera, las voces despiertas en los labios rojos y los párpados dorados viéndola flotar, mártires del mercado de pulgas de los besos perdidos, árbitros del juego de siempre fracasar. 

 Maldigo los conteos, tu dulzura y mi sangre hirviendo en la melaza de tu cañaveral, eres la fruta dañina en cantidad, el exceso que sabe a libertad y la marcha en los zapatos del ebrio hasta la basílica del final, mendigo un rato más, pierdo los anillos, se detienen los relojes, se me acaban las ganas de brindar, se me apagan las lámparas de sal, los límites, que da igual la entrada, el punto cardinal, el cardenal perdido y el rito final, las cintas presagian el temporal y los dioses se reunen a contemplar el desastre celestial, se acabo la espera, nos encontró el final, el milagro no es la alquimia, el milagro son tus gemidos durante la batalla campal.

Vivir a colores.

Los abrazos pendientes, pendiendo de un hilo, prendiendo un pabilo y pretendiendo no pretender beber del vino de los impacientes. Los idiomas perdidos, saltar y escapar, perder los estribos, tumbar los muros, correr ardidos los circuitos cortos, los círculos y los cililindros. Se cerraron los caminos, atrapados entre paredes y espadas, en callejones sin luces y temblores, los días finales y el juicio correspondiente, el calor de sentirse sentenciado, la sangre hierve y vibra el cielo, se caen las columnas, sirenas silentes. 

Mentes desaturadas que no pueden ver la vida a color, cuadrados, simples, planos, mentes en dos dimensiones incapaces de ver la nueva profundidad. Se acabaron las recompesas por primitivos, las recompensas con perfume a tocador, se cambió de profesión el trovador y ahora describe versos en paredes de aerosol, ya no corre para escapar, corre para alcanzar antes su punto de llegada que es el de partida de alguien más y sólo una posta en otra carrera, los caminos se cruzan, se unen y se separan, pero cada quien a su pugna.  

El hambre, las ganas de comer, de bajarse del tren, de dejar el andén y ver el mundo desde una pendiente en los Andes, mientras unos golpean la basura y otros revuelven las montañas y los mares en busca de una oro. Dora la vuelta, dorada la ida, oraba en la cuesta, doblando la apuesta, el Sol, su puesta, apostados en lo ilegal del las luces que parpadean, la sed de los semáforos, la vida en lo alto, donde los perros no llegan, donde los palcos los ocupan los del otro lado. 

Rojos labios en un mundo desaturado.

Esquina Sur, del barrio del Norte, de alba parca, del alma noble, un canvas de costumbres milagrosas y berrinches de las sierras, las piernas más bonitas, al menos de Finisterre. Se mueve como un pez en el océano, arde como el Sol golpeando la puerta del fin del mundo donde nos vimos en una terraza malabareando estrellas y aviones desorientados, cayó un diluvio en picado e inundó las aceras, rompiste la pecera y te perdiste en el mar de calma, en los callejones de Bagdad, en el París de Babar y el balcón de Holmes. 

Pronto quisimos resguardarnos, tiempo al tempo de un par de zapatos chapoteando, se robaron los barcos de papel navegando charcos, se volaron los paraguas rojos de los paisajes desaturados, se olvidó de nosotros el conductor de la murga fantasma de los pasajes bárbaros de Condarco, Flores, bajos, plazas, palcos, fuimos a darnos un abrazo en las fauces de San José y pasó desapercibida la misericordia en la falsa libertad que te ataba, vandalizamos las cadenas, alargamos la tertulia una década y pintamos mensajes con pétalos en las paredes, volvimos a los prados que nos vieron sonreír por primera vez, entre libros y dagas, entre bendiciones y danzas, vetusta casualidad que nos mantiene envueltos en magia, año sobre año, bucles, espirales, nostalgia y alabanzas. 

Puedo ser rabia y puedo ser metáfora, puedo ser fauna, flora, puedo ver en callejas asfaltadas las marcas de arañazos que quedaron de batallas pasadas, Coronado de Victoria, formas del Guernica, fuego en Pompeya, pluma y tinta en la Rivera, vid en la nevera, miel en la cintura, pecado en las venas. 

Historias de muñecas.

Ambas tenían ojos de cristal, brillantes, como espejos, se cuidaban mutuamente, compartían sus historias en tardes de viento húmedo y salado. No se trata de jugar con muñecas, se trata de gratitud, devolución, equilibrio, ciclar y completar un circuito, leer al lector, proteger a la protectora, honrar y mimar. 

No se trata de una fecha única, pero el homenaje siempre se agradece, no es sobre un título sino una vocación, algo instintivo, salvaje y natural. Por las que no fueron, por las que lo fueron sin serlo, por las que se fueron pero tras un siglo del voluntariado en pos del amor, por quienes no pudieron elegir y lo padecieron, por las que pudiendo elegir, siguieron; no tiene nada que ver con los vínculos forzados, sino con la crianza de oficio.

Ella le contaba historias nuevas de muñecas viejas, le cocinaba recuerdos maravillosos que hoy serán cobijas durante el frío, la acompañaba a primera hora de la mañana empezando el día, la custodiaba en la vuelta al hogar por la noche, una, otra y otras mil veces más, sin salarios ni cortesias. A veces, las madres de las madres, hay casos de hermanas, hijas de las hijas, la madre de siete que adoptaba otros sin por puro amor, la mujer de tus sueños, la de los sueños de otros, las que educan, las que forman, las que resignan su ocio sin resignarse.

Feliz día a las madres, legales, espirituales, del alma, institucionales, con o sin vínculos, hoy y cada día, siendo hermanas, hijas, nietas, amigas, compañeras, maestras, pareja, sin ser ninguna, siendo todas a la vez.

Marquesinas de San Juan.

Extraño las flores del Sur, el desayuno antes de alcanzar la razón, la fuerza de las sonrisas al volver del cansancio. 

Romantizo por no banalizar, musicalizo para dar un ambiente, un contexto, me duermo pensando un abrazo, por no relegarlo al olvido. Dame un suspiro, hagamos un trato y juremos que amor nunca nos va a faltar, que se nos vayan los días, que nos queden los carretes de la película, calma el mar, abraza la roca, lánzate al vacío, renacerás en la próxima bocanada de aire, dile adiós a tus antiguos miedos, bienvenidos a los nuevos.

Me gusta sentarme en la ventana que da a la avenida del Santo Juan, ver a la ciudad dormir mientras las luces parpadean y los aviones se despiden, me gusta la soledad de la música y la oscuridad, lanzo desde la altura los prejuicios ajenos que me fueron soltando en la espalda por el camino, aquellos que nunca fueron míos y por imbécil adopté. Por cada uno de ellos me forcé a mutar por encajar en la imágen de un puzzle al que nunca pertenecí, porque no me aceptaron como era, porque querían convencerme la moral, colapsé y entendí que el problema era mío, corregí con el tiempo los vicios de no sentirme parte, de disfrazarme para ser aceptado, me acepté, me liberé con los años y por retroactividad absolví de sus pecados a otros santos del pasado.

Ya no hay comparaciones con malicia ni prepotencia por superación, lo que aprendí lo cargo en una cartera y lo que no fue dicho lo solté en la tierra de las calles sin asfalto, no me corresponde pagar las reparaciones de las cosas que otros rompieron, el tiempo tendrá que hacer lo suyo y el resto sabrá lo que le toca a cada quién, nadie nunca dejó un mensaje pidiendo perdón, nadie golpeó la puerta para calmar mi ansiedad, nadie lloró conmigo mis pérdidas ni celebraron conmigo mis aciertos.

Los coches se insultan, las nubes se estorban, el viento afina un acorde disminuído, melancólico y permisivo, Lola me observa desde las sábanas de mi cama con mi guitarra sobre sus piernas desnudas envueltas en telas, su boca roja no se mueve ni para sonreír, me mira pensando en que quizás la vida se me pueda ir, se pueda escapar y la entiendo. Un flash desde el cielo ilumina la habitación, los perros ladran a lo lejos coreando el redoble de un trueno, entre los edificios se escurren sombras que levitan y avanzan a toda velocidad, se cruzan, dibujan tirabuzones, círculos y dan saltos entre los callejones, son los fantasmas de los poetas del tiempo saliendo a regodearse viendo a los noctámbulos corriendo bajo la lluvia y a los amantes disfrutando de ella.

Cuando veo el mundo desde lo alto, sentado en el alféizar de esta ventana me olvido del vértigo, en esta esquina soy un desconocido, mis miedos son anónimos y furtivos; la veo acercarse a mí entre las sombras discriminadas por las luces parpadeantes de las marquesinas, sabemos que siempre hay tiempo y que cada juego con sus reglas, cada beso en su sueño y cada pincelada con su color. 

Los demonios también aman.

Con las sonrisas que fue soltando por el camino Lola se deja llevar ya sin penas en la boca, con fiebre pero sin temperatura. Así llegó, con un rosario de años, con un colapso entre medias, cumpliendo un juramento que nunca fue proclamado y partiendo por segunda vez en dos mitades al pescador sin pecados, al libertario de los besos esclavos. 


Hay una técnica que aprendí de un quiropráctico que conocí en un tren en Estalingrado, me dijo que confíe y no dude, que las puertas se abren a quienes leen los cuentas, recuerdan las contraseñas y destierran las pretenciones. Pero claro, concertamos una cita y nunca más nos cruzamos en aquel o cualquier otro bagón encantado, me hice amigo de un cantautor fracaso, contemplamos dos amaneceres el mismo día, compartimos un café en el acantilado y el amor por la ausencia del tabaco, combinamos acordes mayores y maduramos en barcos, sin dejar el solar de un hotel del gran mercado. 


Nunca pude dormir tranquilo, nunca supe que hacer con mis brazos, digité canciones y en un acto de cariño mis cuerdas se cortaron, será que las rachas se confundieron de generación, que el mensaje no llegó a tiempo, que la sinceridad no alcanzó porque hay en el cielo una estrella por cada verdad que nunca se dijo. Tengo en mis brazos la dama del arte, la flor del cambio, el guardián enfadado, el pez dragón y al tigre desvelado. Pensar que algunos se quedan cortos de verdades y de tantos, que en el truco el mentiroso sabe que cuando hay empate, el mejor es el gana, somos el ejemplo, claro. 


Sabemos de hilos rojos pero no sabemos de prismas, de reflejos y de recordar, elijamos un planeta y vayamos a visitarlo, que tus plantas adornen mi cama y mi portal, que tus manos calmen una vez más mis pesadillas y mi ansiedad, tenía una manada de demonios pero me dejaron a la salida de un teatro, se perdieron por ahí, en Saturno o el infierno, en el sexo o las palabras, entre ellos sabrán con quién se abrazan, después de todo, los demonios también aman.


Tigre.-

Del niño agradecido.

Supongo que todo fue un capricho, supongo que la bandera no se movía, que los labios rojos de Lola eran una ilusión y la Luna era sólo algo lejano y pasivo, silenciosa y sin vida; supongo que las cenizas de plata eran sólo polvo en el viento, que amanecer no es más que volver a empezar y que las estrellas nunca fueron nuestras, que mi último rencor no era más que uno más y que las huelgas no tienen hijas, será que siempre no es eternamente y que todo, TODO, se termina.  


Lee bien...  


Pues, habrá que posponer los supuestos y será que después de todo sí somos libertad. Porque Lola es amor, porque tiene labios rojos y ojos almendra, café o miel, tiene un nombre, fuerza, voz, autoridad y una historia que contar, suya o mía, nuestra o de todos los demás. Al final conservo la mirada enfurecida que me regaló un apodo, la misma paciencia que me hizo merecerlo. Las flores sí son vida y magia, siempre lo serán.  


Giro el dado entre mis dedos, se desvanece, como si nunca hubiese estado ahí, como si diera igual que exista o no, si de un modo u otro, el azar decidirá de quién es el honor de compartir el último vals. Sacudo la arena de mis hombros bronceados, sonrío, ya no necesito que alguien me escuche cantar, ni que me consideren genuino, el tiempo se mofa de mis arrebatos pasados y yo le doy la razón esta vez, cambios dentro de cambios dentro de cambios contenidos en un único plano y allí, en esa realidad, sí somos eternos, sí existe el siempre y el jamás, un universo que a costa de los faros estelares y los días raros nos mantienen vivos hasta que el fin nos bese la frente.  


Este compendio cumple hoy trece años de vida y de cada pieza creada tengo una sensación que guardo en un baúl de cuero gastado y mecanismos oxidados, desbordando de frases y colores que puse ahí con amor, con pasión, a veces con ojos brotados de ira, ahogados en lágrimas o brillantes como su sonrisa, tengo un mapa mundial con una marca por cada lugar en el que estuve pero nunca visité, teclas de piano, cuerdas de guitarra, vocales y versos disonantes; tengo allí la inspiración suficiente para apagar las luces, cerrar los ojos en mi cama y abrirlos en el lugar donde nos desencontramos, donde nos despedimos y donde nunca llegamos a abrazarnos; aquel umbral, las escaleras, el teatro y el bar. Somos piezas de una escenografía que cambia por cada fibra que activo sólo con mis letras, tengo otra historia que contar, o dos, o más... 


Cambié los humos por vapores, los impulsos por vibraciones, conservo la fascinación por los momentos y los detalles. Aunque mi lente ya no parpadea sigo amando las fotografías mentales, las imágenes perpetuas y los colores ambulantes, sigo siendo adepto a las metáforas desaforadas y los callejones adornados con cerezos desmejorados, hay un movimiento que aún no ejecuto, tengo un compromiso conmigo mismo para nunca dejar de intentar mejorar y una deuda con el hombre de ojos plateados que me regaló cientos de recuerdos entre relámpagos y abrazos, hay un sillón en el que mis instintos aún juegan con tus lentes mientras te veo dormir, hay un parque que tiene tu nombre porque hay un mundo que espera verte comer fruta con los ojos húmedos; la ansiedad me sigue abrazando cuando pienso que estoy bien y yo, sigo sin saber bailar. Tengo más miedos y extraño más a los que no me dijeron adiós, la lista sigue creciendo y lloro un poco más cuando repaso los nombres apilados, a veces amanezco más triste que cansado, otras, no tanto.  


Conecto, con las flores, las mariposas y las casualidades, con los eclipses y la clemencia, con el niño que hace veintiocho años quería escribir para el mundo, escribo para él, que le dijeron un centenar de veces que deje de intentarlo, que no eran su fuerte ni la literatura, ni la música. No es culpa del sistema, es culpa de que algunos no entienden que la pasión no te exige que vivas de eso, ni le rindas tributo, ni culto, sino que lo disfrutes y pongas tu vida en eso. Ese crío quería exteriorizar sus frustraciones, su miedo a no encajar, a no pertenecer, a la exclusion, al fracaso y el rechazo, él pretendía que dejen de golpearlo, de aislarlo, validación y aprobación y hoy, décadas después, hay algunas personas que creyeron en él y su manera de crear, creció y enfrentó algunas de sus inseguridades, ahora escribe para ellos, canta para él, cada tanto arriesga un poco más, porque cree que es capaz aunque otros no. Hace trece años tuve una revolución neuronal que me mostró un mundo nuevo en un viejo paisaje, desde aquel día las cosas siguen fallando, me siguen subestimando, el niño sigue teniendo miedo a no dar la talla, a que le digan que sigue sin funcionar su empeño por hacer algo bien y destacar, pero a estas alturas, ya no está solo, Lola lo toma de la mano, lo mira y él sonríe.  


Se reconoce a sí mismo abrazando todo lo malo que destaca en su forma de ser, pero se asume real, genuino, infinito y esencial, porque no negaremos los defectos, pero no nos mentiremos el día del juicio final, también hay virtudes que enumerar. 


Espero hayas leído bien, pasaron trece años y el mundo que creé sigue respirando, sí, leíste bien, la Luna sigue ahí mirando, protegiendo, creando, la Luna soy yo. Cada tanto leo algunas líneas de cada texto creado, me sigo hallando en ellas, me sigo sintiendo orgulloso de que existan y sean visibles, de no haberlas sepultado y de tener, tras trece años, lectores como ustedes, obras como estas, gracias, de mi parte y de parte del niño al que hicieron sentir honrado de haberse atrevido a enfrentar el rechazo y haberlo superado.  


Tigre, Will, Saint.  


Dedicado a todos los que perdí desde que empecé a escribir en este blog y también a los que siguen estando, de uno u otro modo, más cerca o más lejos, más o menos ausentes, plasmados en una palabra, en una imágen, en un concepto, con el alma en la mano, gracias por darme el impulso, el valor que no encontré en mi familia, gracias por alentarme a ser el padre de todo esto.