Adiós, mi cielo, incoloro que en la
profundidad de tu abismo ennegreces en petróleo, te dejo con tu dadivoso y
furioso fulgor de Enero cuando parece que todo acaba pero está a punto de
comenzar. Adiós cielo gris que en los bordes de mis dedos crujes y en mis
cuerdas vibras, adiós, te dejo, para que me recuerdes por todo cuanto soy y tan
poco como vivo. Cielo azul te pinto en piñatas de litio y lirios, te pinto a
litros como lágrimas in vitro, te extrañaré cielo mío como si me pertenecieras
por cada texto que te he escrito, cielo poluto y corrupto de deseos sin
escrúpulos, cielo con pantalones gastados y labios perfumados en días
ventosos y de chaparrones trastornados, mi cielo mecánico de cinturas escuetas,
ojos como escopetas y sonrisa exclusiva, no me des la espalda cielo que es
pecado en este mercado de nubes y Arco Iris monocromáticos.

Cielo te visito en poco y sobre valorado tiempo, te invento un nombre y te beso para que siempre llegues tarde,
en el Abril de los intentos entre premios y prístinos perímetros te golpeo de
frente en un guiño violento. Caen de a veinte y tantos los mantos que de llanto
te cubrieron y embalsaman la cordura del pavimento, cielo que ocultas tu mirada
en el hombro de doscientos me hundo en ti con las frases que escribí en la
caricia que en tu celeste perdí, adiós cielo mío, cielo melancólico, cielo
infierno.
Tigre.-
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