Beso Solemne.

Con mis pies en la arena camino al filo de la playa, otra noche de año nuevo me encuentra sola a orillas del desdén, mi camisa a medio abrochar se encariña con el viento que se la quiere llevar y juegan a la histeria y el volar.

Noche turbia como las nubes que cubren el infinito pero no la Luna, creo que ya es tiempo de crecer y madurar, no puedo seguir viviendo un pasado que no sé si recuerdo o imagino, mientras mis dedos hacen crujir la arena que de a poco se seca cuando las olas tras empaparlas con su espuma las dejan atrás. 

Hasta dónde he llegado no lo sé, mi cabello no me permite ver por momentos, me envuelve el rostro y me lo descubre como si me pidiera que vea una vez más el paisaje, pesan mis piernas, creo que necesito descansar, me siento donde el agua apenas alcanza a rozarme y me tomo la cara con ambas manos sin saber si reír o llorar.

Quién ha sido el hombre que me he hecho ver el mundo con ojos de niña imaginándolo de algodón y caramelo, el hombre de los ojos dulces pero mirada de metal, quién es ese hombre por el cual fui mujer, el de los brazos eternos que derrochan abrazos que en el mismísimo paraíso se podrían envidiar, quién es aquel que sin acariciar mi existencia ha dejado huellas de papel en mi piel de jazmín. 

Abarrotado de besos tengo el cuello, tiritando todavía hoy que los recuerdo, jamás se permitió que su aroma se deposite sobre mi cuerpo y sin embargo sus labios saben tan reales que mis labios se humedecen sin remedio y mi lengua tiembla con recelo, soy su perfume o tal vez él es el mío, no sé si quiero saberlo, no entiendo por qué no he caído en la belleza de su reflejo.

Él cuenta cuentos sin sentido o fundamento, me acompaña por las noches en su canto fantasmal e imperfecto, me ve dormir o intentar hacerlo, me observa gimiendo en silencio, ausente y permanente, él besa mi frente, es quien seca mis lágrimas y cura mi fiebre, es el ángel que añoro mientras veo mil cristales lloviendo, no pretendo siquiera moverme, estoy tan cómoda creyendo que a mi lado descansa que prefiero disfrutar de los chubascos siempre y cuando no despierte de mi sueño insomne.

Muevo lentamente mi mano, acaricio su retrato pintado en pequeños granos dorados, créame lector que creo verlo sonriendo y esa es su mejor arma, es que si él sonríe creo perder noción de la realidad y se acerca más mi obsequio inexistente, no dejes de hacerlo, no dejes de sonreír mi príncipe y mi santo, que los ojos ocultos bajo esos párpados sonámbulos son más bellos cuando no observan felinos y vengativos, aunque tu mirada por más certera y letal que parezca está bañada en el cálido verso que recitas antes de volver a partir.

Extraño tu calor en mi vientre, necesito una vez más tus caricias escalofriantes en mi cuerpo excitado y perpetuo, necesito tus manos presionándome contra tu presencia intrépida, dame un poco más de la ternura de tus mordidas en mis artes, en mis armas, placer de Martes y Domingo, déjame una vez más amarte, desearte, aunque sea pecado y prisión, déjame ser más que tu nostálgico sentimiento, extraño aquello que nunca tuve y anhelo eso que me entretiene a la hora de concluir el día, vuelve donde nunca estuviste, no me sueltes, sé mi Tigre si es que quieres, pues tu silencio es suficiente para saber que no eres tú quien está dormido y distante, soy yo quien ha visto caer mis deseos en tu cama este Diciembre.


En algún punto necesitaba escribir desde otro punto.

Post dedicado a todos los que cumplieron años en estos días, este es mi obsequio para ustedes.

Sonrían, aunque no haya motivo, con suerte se contagia y esparce por doquier.

Tigre.-





Divagar

¿ Puede acaso el cielo reprocharnos un error? Puede que sí, puede que no.

Puede que un colibrí hoy no tenga ganas de beber la dulce sangre de un pistilo, puede que quieras verme ir o volver a ti, mas no podrás saberlo mientras no haya labios que mientan perdón.

Querrás cambiar de ámbito, de espacio y de tiempo, querrás ampliar el espectro, pero los rencores no te dejarán en paz, lo que alguna vez fuimos no será más que miel en un pasillo, no más que el mítico aullido de los lobos a la Luna llena, serás pausa en la carrera de este rengo, serás el silbido del viento en tu vientre turquesa.

Quimeras que van y vienen ciegas, kilómetros de seda abrigando tu recelo, cuartetos sin mis libros, cultivos sin fe, sin mí, sin él.

Reclamo como mía esta tierra de prado y nado, de piel y lago, de nada y nadie, reclamo este Sol irrespetuoso como propiedad de mis ojos chocolate perdidos en su brillo, reclamo el amor como inconcluso, impetuoso lo nombro, inclemente lo sufro.

Los actores secundarios, mas protagonistas que yo se encargan de ir y volver escena tras escena, nuevos vestuarios, nuevas escenografías e incluso mascaras que ocultan su personalidad y su nombre, oculto bajo seudónimos y fantásticos títulos...

Uno, dos, tres y más libros una biblioteca eterna y a disposición del consumidor por la módica suma de lo gratuito, eso son sus ojos para mí, sus perlas de muñeca, sus muñecas perladas, sus Mí, sus Fa y sus tres octavas, sus cinco notas de yapa.

Volverán quizás alguna vez los tiempos de diván, volverán quizás, sentado en este muelle húmedo por el río tibio esperaré la señal que tal vez me devuelva la vida que prometió volver y aún no llama.