El firmamento del fulano.

Romantizar los límites, también los espacios, la magia de las líneas trazadas en prosa, de baldosa en baldosa o directo al infierno, el derecho a disfrutar de tu abdomen en invierno, el aroma del veneno de un guiverno en la garganta del diablo o los renglones de un cuaderno, tinta en el pecho de los tratos rotos, desechos, césped como alfombra a la sombra de una montaña, al pie de su forma, en una cabaña de lona, un fresco aroma y tus piernas catalanas en Girona, la piel extravagante como una chica Almodóvar, de la promesa cítrica en Arabia a la pesada carga de olvidar el cristal, volver a juntar los maderos que iluminarán las fresas de la botella que la Luna nueva proveerá, la fricción de la corteza que cala hondo en la crudeza de los núcleos, si Joan no anda, habrá que hacer camino al cantar.

Un hechizo de lago tiene el rostro perdido y tumbado, un embrujo de bruma tiene su mente cansada, aparcada a  orillas de la laguna, ninguna jugada será efectuada en vano, de la mesa a la mano, ningún peón merece ser sacrificado, a menos que el amor lo mueva al fulano, del sexto planeta al sexo en los colores de una paleta, el gallo de la veleta le sonríe a la escaleta del guión, la silueta del desenfreno se quita las gafas para hacer oídos sordo del pecado, lento y pausado el movimiento de las olas en la costa, no hay un pescador que conozca nuestra historia, nuestras metas, nuestros miedos o cartas rotas, las notas en mis libretas, sus placeres en la métrica. Juegas a contar estrellas en mi espalda o lunares en el firmamento, escribo junto al fuego que nos cuida de las plagas, tus besos como dagas me protegen del daño de las lenguas malas, tu mirada en un reflejo me aliviana, buenos viajes, vibran sagradas.


Tigre.-

Danzas meteóricas en las capitales.

Brazos entumecidos por trepar al cielo de la aprobación, puertas en piernas, primaveras, ceros y cuentas, sienes, cincuentas, el degradado de la conciliación heráldica, la metálica franja que separa tu realidad de mi capacidad semántica. Del visto a lo visto y de vuelta a un primitivo mordisco en tu abdomen cansado, dorado, macabro; soldado del ejército olvidado en los mensajes pasados, código menospreciado, marcados modales del lago helado, vieran los bólidos tus secretos instintos mundanos, guiarán mis pies descalzos las manos del plata que delatan en su estela plateada la figura que empaña a las Pléyades. Libra las batallas del canto y el trance, del daño y el fraude, el centro de un rosario ambulante, el campo sobre el que bailan las perseidas, entre esferas y afanes, las lagrimas de San Lorenzo, las voces radiantes.

Muñecas frustrantes, mecánica de infante, seguridad en casa, casualmente distante, gracia dignificante, significativamente insignificante entre los gigantes populares, firmamento iluminado por la sal de las pirámides, gemido contenido de las gemínidas, música en mis oídos los susurros de las líridas envolviendo en líricas minúsculas las melodías pasionales y el secreto de las verdades, misterios teatrales, milagros colaterales, simulación idílica del onírico pictograma semántico, románticas danzas bajo el abismo de los lamentos ajenos junto al muro de las vocales perdidas en los vocablos titulares. Mercados subliminales, pretenciones húmedas en inviernos atemporales, umbral lumbar que exploran mis pulgares, brutales sabores en el estallido de los paladares, probemos la velocidad de las funciones naturales, pongamos por delante el equilibrio y las notas musicales. Abre las manos para ocupar, para ocuparme, buenas noches a tus ojos enfermos, pronto joviales, buenos días a la pureza de tus capitales, hasta pronto, murga de tus labios libidinales, doy otro sorbo a mi té, almendra, lujuria y miel, doy otro beso al grial del carpintero, brindo por tus hilos, por tu estigma y por tu piel.

Tigre.-

Pacto fantasma en la terraza de los cuervos.

Del misterio del trípode a las columnas del Partenón, de los pilares oceánicos a la tortuga que transporta en su lomo la Tierra, un hábito tácito de saludar al pánico, las puertas del cielo, una trampilla al infierno, el ventanal del puerto y en el centro, la magia de tu imperio, piernas sabias, armas de viento, instrumentos de salva, protege mis parpadeos de madre Nix, la excusas de Perséfone saben dulce, pero sus besos son de Odisea.

Era de noche, sonaba un barón entre bandoneones y contrabajos, firmé con una pluma ebria de tinta negra un tratado silencio, en una torre antigua y solitaria corté lazos, cerré conexiones, bloqueé pasajes, me convertí en un fantasma para las raíces, degeneré mis genes y así mi esencia se volvió salvaje, así los vínculos natales no podrían rastrearme, bajo aquel cielo cerrado cambié mi sangre por un beso de Kali, soy un brazo torcido de un árbol partido como si un rayo lo hubiese divido, soy un medio huérfano a los ojos del Sol, soy un Tigre solitario en un barrio sin control, abandoné la esquina de los ribetes azulgranas, de las funciones de trasnoche, las cuadráticas son las más ingratas.

Cincuenta escalones de mármol helado, dos canciones y seis descansos, entrepisos, misterios mecánicos, un dentista lunático, un salón escondido y un ático, había chances de perder la junta en el portal del subterráneo, pero inesperadamente, la dama de la vieja Italia se hizo bruma en la antesala de la pandemia en Parma, jilgeros del cuarto Oriente, jirones son lo que quedó de un hombre traído a cuento en el lamento de la parca.

Firmé mi propio exilio por abandonar los vínculos perdidos, bajan las varas, oniros invaden lo vívido, abandono cubierta bajo una ola atormentada, me duermo en el segundo descarte de las pancartas, cierro mis ojos en comuniones sartas, dejo mi cuerpo, despierto en Agartha.

Tigre.-

Sin partes, sin puntos, sin planes.

Como una melusina astuta y traviesa, una medicina oculta en una pequeña caja de madera con adornos en cobre sepultada bajo los escombros de un faro derruido a las vistas del Castillo del Cisne, Circe cocina y condimenta, nigromancia o anti magia, un circo y nostalgia, los payasos no son lo mío, el patín me aburre, un dragón, dos cabellos en una almohada y la evolución del género, de la locura a la visibilidad, del anonimato a los acrónimos fatuos, los Cárpatos de Feehan, los pálpitos tántricos, los cálidos abrazos gélidos, los méritos místicos de míticos pasajes melódicos, los portazos, los calabozos, el agua rebalsando sobre los techos pintados por el cielo ruborizado en naranja de Cadmio, los labios, los cambios mentirosos en tanto más que seis meses y ni un año, los daños de saberse vencido o vencer al sabio, un doblón por cada vez que araño la espalda de la derrota, me vuelvo un maniático, me ahogo en miel y de dos en dos cuento las pupilas con perfume de almendras, el mundo se ve fantástico a la orilla del Sol, la baliza perdida, la misa en vendimia, la brocha que pinta la noche amable y la buena semana, el rayo de luz que parte en dos el filamento del firme momento, finalmente un fuerte viento nos trae algo de aire fresco, fuego, mareo, fragmentos de asuntos disueltos dispuestos a ser deseos difuntos en el funeral de los defectos, los mensajes que murieron esperando una respuesta y la apuesta del doble y medio escote a la luz de nuestra señora del derroche, libre brisa de un temporal en Bariloche que me obsequió un texto y seis conos de amor en rama, amaba a la duquesa, adorada maga de don Julio y su mafia, amada la dama del ajedrez y la partida inconclusa, cruzaron las gallinas el paso siempre con la luz a su favor y la prudencia cordial, la ladrona y la mordaza, los ruidos a la hora del almuerzo, el frío del final, un plácido Domingo, un verborrágico Viernes sin cultura, un escueto discurso sin florituras ni falsas licenciaturas, la descripción del paraíso en una mirada, la polifagia intelectual, el universo que de la mano por el centro decidimos crear, la dama de la buena memoria, la falta de sus faltas, de Vienna a Britannia, dos claves que cierran un pentagrama que cerca el perímetro del recinto en el que viven por siempre los presuntos protagonistas de los textos inmortales, huye de los mortales, invoca en vocablos sonámbulos los nombres de los volcanes, soy fuego escrito de corrido en terrenos íntimos, meridionales, soy el que hace que tus impulsos septentrionales giman al Sur de los arrabales, soy electricidad fluyendo en los tonos del cuento sin pausas, sin puntos, sin apartes.