Historias de muñecas.

Ambas tenían ojos de cristal, brillantes, como espejos, se cuidaban mutuamente, compartían sus historias en tardes de viento húmedo y salado. No se trata de jugar con muñecas, se trata de gratitud, devolución, equilibrio, ciclar y completar un circuito, leer al lector, proteger a la protectora, honrar y mimar. 

No se trata de una fecha única, pero el homenaje siempre se agradece, no es sobre un título sino una vocación, algo instintivo, salvaje y natural. Por las que no fueron, por las que lo fueron sin serlo, por las que se fueron pero tras un siglo del voluntariado en pos del amor, por quienes no pudieron elegir y lo padecieron, por las que pudiendo elegir, siguieron; no tiene nada que ver con los vínculos forzados, sino con la crianza de oficio.

Ella le contaba historias nuevas de muñecas viejas, le cocinaba recuerdos maravillosos que hoy serán cobijas durante el frío, la acompañaba a primera hora de la mañana empezando el día, la custodiaba en la vuelta al hogar por la noche, una, otra y otras mil veces más, sin salarios ni cortesias. A veces, las madres de las madres, hay casos de hermanas, hijas de las hijas, la madre de siete que adoptaba otros sin por puro amor, la mujer de tus sueños, la de los sueños de otros, las que educan, las que forman, las que resignan su ocio sin resignarse.

Feliz día a las madres, legales, espirituales, del alma, institucionales, con o sin vínculos, hoy y cada día, siendo hermanas, hijas, nietas, amigas, compañeras, maestras, pareja, sin ser ninguna, siendo todas a la vez.

Marquesinas de San Juan.

Extraño las flores del Sur, el desayuno antes de alcanzar la razón, la fuerza de las sonrisas al volver del cansancio. 

Romantizo por no banalizar, musicalizo para dar un ambiente, un contexto, me duermo pensando un abrazo, por no relegarlo al olvido. Dame un suspiro, hagamos un trato y juremos que amor nunca nos va a faltar, que se nos vayan los días, que nos queden los carretes de la película, calma el mar, abraza la roca, lánzate al vacío, renacerás en la próxima bocanada de aire, dile adiós a tus antiguos miedos, bienvenidos a los nuevos.

Me gusta sentarme en la ventana que da a la avenida del Santo Juan, ver a la ciudad dormir mientras las luces parpadean y los aviones se despiden, me gusta la soledad de la música y la oscuridad, lanzo desde la altura los prejuicios ajenos que me fueron soltando en la espalda por el camino, aquellos que nunca fueron míos y por imbécil adopté. Por cada uno de ellos me forcé a mutar por encajar en la imágen de un puzzle al que nunca pertenecí, porque no me aceptaron como era, porque querían convencerme la moral, colapsé y entendí que el problema era mío, corregí con el tiempo los vicios de no sentirme parte, de disfrazarme para ser aceptado, me acepté, me liberé con los años y por retroactividad absolví de sus pecados a otros santos del pasado.

Ya no hay comparaciones con malicia ni prepotencia por superación, lo que aprendí lo cargo en una cartera y lo que no fue dicho lo solté en la tierra de las calles sin asfalto, no me corresponde pagar las reparaciones de las cosas que otros rompieron, el tiempo tendrá que hacer lo suyo y el resto sabrá lo que le toca a cada quién, nadie nunca dejó un mensaje pidiendo perdón, nadie golpeó la puerta para calmar mi ansiedad, nadie lloró conmigo mis pérdidas ni celebraron conmigo mis aciertos.

Los coches se insultan, las nubes se estorban, el viento afina un acorde disminuído, melancólico y permisivo, Lola me observa desde las sábanas de mi cama con mi guitarra sobre sus piernas desnudas envueltas en telas, su boca roja no se mueve ni para sonreír, me mira pensando en que quizás la vida se me pueda ir, se pueda escapar y la entiendo. Un flash desde el cielo ilumina la habitación, los perros ladran a lo lejos coreando el redoble de un trueno, entre los edificios se escurren sombras que levitan y avanzan a toda velocidad, se cruzan, dibujan tirabuzones, círculos y dan saltos entre los callejones, son los fantasmas de los poetas del tiempo saliendo a regodearse viendo a los noctámbulos corriendo bajo la lluvia y a los amantes disfrutando de ella.

Cuando veo el mundo desde lo alto, sentado en el alféizar de esta ventana me olvido del vértigo, en esta esquina soy un desconocido, mis miedos son anónimos y furtivos; la veo acercarse a mí entre las sombras discriminadas por las luces parpadeantes de las marquesinas, sabemos que siempre hay tiempo y que cada juego con sus reglas, cada beso en su sueño y cada pincelada con su color. 

Los demonios también aman.

Con las sonrisas que fue soltando por el camino Lola se deja llevar ya sin penas en la boca, con fiebre pero sin temperatura. Así llegó, con un rosario de años, con un colapso entre medias, cumpliendo un juramento que nunca fue proclamado y partiendo por segunda vez en dos mitades al pescador sin pecados, al libertario de los besos esclavos. 


Hay una técnica que aprendí de un quiropráctico que conocí en un tren en Estalingrado, me dijo que confíe y no dude, que las puertas se abren a quienes leen los cuentas, recuerdan las contraseñas y destierran las pretenciones. Pero claro, concertamos una cita y nunca más nos cruzamos en aquel o cualquier otro bagón encantado, me hice amigo de un cantautor fracaso, contemplamos dos amaneceres el mismo día, compartimos un café en el acantilado y el amor por la ausencia del tabaco, combinamos acordes mayores y maduramos en barcos, sin dejar el solar de un hotel del gran mercado. 


Nunca pude dormir tranquilo, nunca supe que hacer con mis brazos, digité canciones y en un acto de cariño mis cuerdas se cortaron, será que las rachas se confundieron de generación, que el mensaje no llegó a tiempo, que la sinceridad no alcanzó porque hay en el cielo una estrella por cada verdad que nunca se dijo. Tengo en mis brazos la dama del arte, la flor del cambio, el guardián enfadado, el pez dragón y al tigre desvelado. Pensar que algunos se quedan cortos de verdades y de tantos, que en el truco el mentiroso sabe que cuando hay empate, el mejor es el gana, somos el ejemplo, claro. 


Sabemos de hilos rojos pero no sabemos de prismas, de reflejos y de recordar, elijamos un planeta y vayamos a visitarlo, que tus plantas adornen mi cama y mi portal, que tus manos calmen una vez más mis pesadillas y mi ansiedad, tenía una manada de demonios pero me dejaron a la salida de un teatro, se perdieron por ahí, en Saturno o el infierno, en el sexo o las palabras, entre ellos sabrán con quién se abrazan, después de todo, los demonios también aman.


Tigre.-