Carta y malabar

Una mesa, un tablero de ajedrez durmiendo en azulejos y sobre él, la resolana en tonos verdes botella y marrón de un vaso rústico con el olor a la niñez bajo mantas de lana gruesa y melón. Un perro negro carbón saltando y girando como mi vida gira a tu alrededor, el centro son tu ojos negros, tu voz como el Sol, heliocentrismo del amor, un parco hombre sin luz brillando por vos. En la cúspide del piramidal cielo Ra hace equilibrio y me mira por compasión, se oscureció la bonanza en la macabra risa de un destino apático, una foto azul y un ladrido abraza a la dueña, la ama, la brisa, la noción entre nociones, en moción y en la ceguera en su versión autosustentable, la asunción del pánico al poder, cuando el viento te sacude y no hay tiempo de ceder, bolero de dios, la ausencia de los puntos, escasean los párrafos y en escarlata un palco para disfrutar de un partido que nunca, jamás se empata.

La cruces no vuelven, las nueces no truenan, la nieve no quema y la escena enferma, Terpsicore renga, dolor en los dolores que al verte merman, fricción y lema, amor y crema, Polimnia haciendo casas con cartas de canasta, dominó la casta en piezas blanquinegras, hay eternidad en la memoria, hay lugar en las fronteras, hay asilo en su espalda adormecida y consuelo en el insomnio, habrá vacío en la calma y en la tormenta duelen las palabras, la amenaza bajo una lupa que la luz convierte en llamas, en la verdad de las nociones e intenciones nunca es fácil acertar, error, tolerancia, trampa y paladar, brújula y azufre, ámbar y azafrán, recuerdo y malabar, bajas guardias, especial defensa, de vergüenza floral, de maravillas perseverantes y libros ardiendo, las profundidades que me arrastran, el aroma a amapola, el corso de las sombras en un carnaval impostado, que la vida se me escape en un suspiro final, le narraré a Caronte las sonrisas que sus ojos negros me tatuaron en el alma 


La vida, vale menos que el amor.