Destino con eco.

Ilusiones ópticas, cromáticas, escalas atónitas sin tácticas, semánticas, la estrella del plata, Estella del mar, ni frágil como parece, ni resistente como pretende, púas de las palabras en sus oídos, la melodía de sus talones musicalizando sus pasos, armonizando su andar, verbo asoma, loba o zorra, juega sola, sola llora, mora del karma, salda la falta, baja la vara, salta la banca, blanca esmeralda pálida perfección, capta la magia, casta del mantra, aborda la barca de palabras santas que viajan sin capas al portal de tus sábanas blancas, reverberante potencia, tus manos se pierden y todo se tuerce al silencio, abre las cuerdas, mira al cielo una vez más, dale las gracias a la Luna por nunca darte la espalda, si aún cuando es novedad e invisible, ahí está.

Sentado bajo una farola en una esquina escalonada, a un callejón de la muerte de las maletas, en muletas anda hacia mí el deseo rengo de volver a los tiempos de los tiros de tres y las filigranas bajo la lluvia, veneno de las calaveras insistentes, dulce y pintoresco néctar de desaciertos en tus labios peregrinos, con ojos llorosos y el hierro de una jaula gigante de por medio, preferimos tomar un tren al destino equivocado que dejarlo pasar y perderlo para siempre. Fuimos decorado de la historia de otros tanto en las escaleras del teatro que nos vio ensayar el guión que aún soñábamos escribir, nos volvimos protagonistas de un circo sin luces ni sirenas, dimos dos vueltas al destino y más de diez años después, la voz en mis sueños suena igual.

Tigre.-

Perfume de calma.

El ruido gris de tu ausencia a la hora de dormir, un tatuaje sin decifrar en la palma de la mano de Fátima, un lugar, un espacio. Hay una puerta con cerrojo a mitad de un callejón, sin carteles, sin señales, una puerta color asfalto, a medio oxidar, pesada, metálica, sólida, difícil es abrirla sin que un estruendo sacuda el oscuro pasaje, peor al cerrar. Antiguas escaleras a punto de dejarnos tirados al costado del camino, descansos cubiertos con alfombras gastadas y sucias, entrepisos, pasillos con departamentos a ambos lados y justo antes de salir a cielo abierto por una última puerta, un lugar seguro. Llave, dos giros a la izquierda, tirar, soltar, empujar, pies descalzos, la puerta cierra sola por su propio peso, madera desteñida y astillada, llave a la inversa, dos cerrojos, tres golpecitos para los espíritus, un parpadeo lento, estamos dentro.

Desde lo alto se ven las luces por todos lados como luciérnagas en reposo pero la gente no aparece en ninguna de las ventanas, ni en las callejas distantes. Abro una botella con agua, un trago por los que no están, otro por los que no son, desprendo mi camisa, al suelo por hoy, como mis ánimos, abro las hojas de la ventana como si de un libro se tratara, apoyo un codo en el marco, marcan las dos en un reloj pintoresco pero estático, pocas nubes, una Luna con ojos apenados, la asfixia que traje del mundo exterior se apaga, giro la cabeza en círculos, siento la tensión desapareciendo, con un pulgar presiono la palma de mi mano, la comezón se va, voces en el callejón de las batallas sombrías.

Tengo un tatami heredado del urbanismo y la desfachatez, me siento en sus terrenos, llevo tiempo sin encender una luz en este lugar, es precisamente estar sólo y a oscuras lo que me hace sentir abrazado al regresar, a diferencia del exterior, no le temo a muchas cosas estando bajo este techo, sólo unas pocas, a mí mismo, a mi libertad de pensar, a lo que duerme en mi conciencia. Tengo un lobo durmiendo en un rincón, un fantasma conocido cocinando pétalos de rosa en un caldero, huele a flor en este sitio, a miedo, a soledad, pero también a flor. 

Me dejo caer de espaldas, me despido de mis compañeros de cuarto, al menos por hoy, ya mañana discutiremos aspectos terrenales, es hora de cambiar de plano, tomo del suelo a mi derecha un cuaderno que parece iluminarse, una pluma heredada y respiro el aire perfumado, es hora de salir de aquí, empiezo a pintar con tinta un mundo en el que soy más fuerte, más sincero, me siento mejor, cuando escribo estoy en un lugar mejor. Para llegar trazo un recorrido en los renglones. Salgo de mi cuerpo por un tiempo, camino cuesta abajo una avenida llena ruidos pero tras sólo unos minutos andando doblo a la derecha, hay una puerta con cerrojo a mitad de un callejón, sin carteles, sin señales...

Párpados y mariposas.

En doce realidades amanecí con quince verdades, en trece ciudades mintieron veinte deidades, en un abrir y cerrar de ojos llegaste, te vieron, gigante, perdieron. En otro altar protagonizaste cien finales, con labios rojos besaste a la fortuna y de la fortuna escapaste, cayeron los párpados sobre los que la mariposa descansa, un lento arpegio de besos y brotes, de texto y voces, tener presente el espectro que te mira, tenerte presente es un permiso latente en la vigilia, la Luna te espera a la vuelta de la almohada, de una esquina o un ritual, la Luna te canta una nana disuelta a la vera de un puerto en Labuán, bien, mal, estoy, estás.

Un paño grueso y pesado se desploma desde un barral, una cortina de pana gris nos deja a oscuras, oliendo a vainilla, a cereza y a melón, de espaldas oigo tus pies andar en una vigilia terrenal, hoy no quiero ver jugar las aves en el lago, hoy valgo las llaves que al cerrar rasgaron el retal que vestían tus muslos hidalgos. Cuando todo está difícil acá, en tu espejo se dibuja un llamado a la historia del calor voraz, cuesta reencontrarse con lo que dejamos atrás, cuesta más dejarlo ir como el pareo que el viento se se llevó al mar, tu espalda arqueada en un eclipse de sal, la luz del tiempo a tono con un grito en el canal, orquesta de amores perdidos y premisas locas de atar, el final está siempre tan cerca que cuando llega nos parece natural, un loco conocido, un bueno por conocer, un latido perdido, un abrazo en plural.

Y volvimos a mirar las marcas del costal, entre letras y garabatos encontramos el amor atemporal, no es un pacto con el diablo, es un trato con la dignidad, no es truco de unos diantres, es la liberación de los deseos perdidos en un baúl de nogal. Un periplo que huele a azafrán, un egreso que entra al lugar, el desfile de unos santos que hacen mofa en rima del escenario vacío un Domingo en la casa de la tortura militar, un camino que se bifurca, va, vuelve, sube, baja, pero sin importar cuánto suene el río bajo el puente, el camino no conoce final.

Prístina, el principio del todo.

Si vibra tu cuerpo vibra el suelo, tiembla el mundo, se alzan boreales las auroras de tu mirada, australes en tus piernas cansadas. Si las fuentes que desbordan de colores en el manto cósmico que nos cobija destellan en el brillo de tus ojos húmedos y distantes, estamos un poco más cerca. Es que, si la espuma baña la miel de las almendras abiertas, las venas se llenan de la prístina belleza de tus labios torcidos al Norte en una sonrisa sacramental.

Los espejos son sinceros, nos muestran tal como somos, aún así nos vemos distintos cada vez, con los mismos ojos, con distintas nociones, funciona en la introspección, tal como en la inversa, vemos al resto del mismo modo que lo muestran los reflejos, mas todos con una percepción distinta, ¿La mejor? Nunca. ¿La peor? Tampoco. Única, siempre. Con los ojos que te veo y los labios que te juro, con el pensamiento que te traigo, con las voces que te llevo, te esculpo en esencia y no en imágen, las almas salvan almas. Que el ánima nunca se extinga, que el aliento rebalse de espíritu, un gemido, un suspiro, un bufido de frustración, un cambio de aire, un resoplido para que la lluvia en nuestras comisuras caigan al río, un refusilo, parpadeo de los dioses en tus pupilas vivas y desafiantes.

Una cuerda metálica baila y te hace pensar, un abrazo te lleva a pasear, porque a un palmo de tu libertad está la voluntad que la va a impulsar donde tu inseguridad no quiera llegar, el puño que destruirá la barrera que tu miedo no quiera levantar, por las buenas, por las malas, por las maletas nunca desarmadas, por las veletas que giran cuando paso junto a ellas volando a dónde estás, por las grietas que quedan de temblores que amenazan con derrumbar tus planes, con las viñetas en las que boceteo el impacto de nuestros cuerpos colisionando, en un choque que terminó con todo lo que había, que todo lo creó.