Marquesinas de San Juan.

Extraño las flores del Sur, el desayuno antes de alcanzar la razón, la fuerza de las sonrisas al volver del cansancio. 

Romantizo por no banalizar, musicalizo para dar un ambiente, un contexto, me duermo pensando un abrazo, por no relegarlo al olvido. Dame un suspiro, hagamos un trato y juremos que amor nunca nos va a faltar, que se nos vayan los días, que nos queden los carretes de la película, calma el mar, abraza la roca, lánzate al vacío, renacerás en la próxima bocanada de aire, dile adiós a tus antiguos miedos, bienvenidos a los nuevos.

Me gusta sentarme en la ventana que da a la avenida del Santo Juan, ver a la ciudad dormir mientras las luces parpadean y los aviones se despiden, me gusta la soledad de la música y la oscuridad, lanzo desde la altura los prejuicios ajenos que me fueron soltando en la espalda por el camino, aquellos que nunca fueron míos y por imbécil adopté. Por cada uno de ellos me forcé a mutar por encajar en la imágen de un puzzle al que nunca pertenecí, porque no me aceptaron como era, porque querían convencerme la moral, colapsé y entendí que el problema era mío, corregí con el tiempo los vicios de no sentirme parte, de disfrazarme para ser aceptado, me acepté, me liberé con los años y por retroactividad absolví de sus pecados a otros santos del pasado.

Ya no hay comparaciones con malicia ni prepotencia por superación, lo que aprendí lo cargo en una cartera y lo que no fue dicho lo solté en la tierra de las calles sin asfalto, no me corresponde pagar las reparaciones de las cosas que otros rompieron, el tiempo tendrá que hacer lo suyo y el resto sabrá lo que le toca a cada quién, nadie nunca dejó un mensaje pidiendo perdón, nadie golpeó la puerta para calmar mi ansiedad, nadie lloró conmigo mis pérdidas ni celebraron conmigo mis aciertos.

Los coches se insultan, las nubes se estorban, el viento afina un acorde disminuído, melancólico y permisivo, Lola me observa desde las sábanas de mi cama con mi guitarra sobre sus piernas desnudas envueltas en telas, su boca roja no se mueve ni para sonreír, me mira pensando en que quizás la vida se me pueda ir, se pueda escapar y la entiendo. Un flash desde el cielo ilumina la habitación, los perros ladran a lo lejos coreando el redoble de un trueno, entre los edificios se escurren sombras que levitan y avanzan a toda velocidad, se cruzan, dibujan tirabuzones, círculos y dan saltos entre los callejones, son los fantasmas de los poetas del tiempo saliendo a regodearse viendo a los noctámbulos corriendo bajo la lluvia y a los amantes disfrutando de ella.

Cuando veo el mundo desde lo alto, sentado en el alféizar de esta ventana me olvido del vértigo, en esta esquina soy un desconocido, mis miedos son anónimos y furtivos; la veo acercarse a mí entre las sombras discriminadas por las luces parpadeantes de las marquesinas, sabemos que siempre hay tiempo y que cada juego con sus reglas, cada beso en su sueño y cada pincelada con su color. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario