Sin partes, sin puntos, sin planes.

Como una melusina astuta y traviesa, una medicina oculta en una pequeña caja de madera con adornos en cobre sepultada bajo los escombros de un faro derruido a las vistas del Castillo del Cisne, Circe cocina y condimenta, nigromancia o anti magia, un circo y nostalgia, los payasos no son lo mío, el patín me aburre, un dragón, dos cabellos en una almohada y la evolución del género, de la locura a la visibilidad, del anonimato a los acrónimos fatuos, los Cárpatos de Feehan, los pálpitos tántricos, los cálidos abrazos gélidos, los méritos místicos de míticos pasajes melódicos, los portazos, los calabozos, el agua rebalsando sobre los techos pintados por el cielo ruborizado en naranja de Cadmio, los labios, los cambios mentirosos en tanto más que seis meses y ni un año, los daños de saberse vencido o vencer al sabio, un doblón por cada vez que araño la espalda de la derrota, me vuelvo un maniático, me ahogo en miel y de dos en dos cuento las pupilas con perfume de almendras, el mundo se ve fantástico a la orilla del Sol, la baliza perdida, la misa en vendimia, la brocha que pinta la noche amable y la buena semana, el rayo de luz que parte en dos el filamento del firme momento, finalmente un fuerte viento nos trae algo de aire fresco, fuego, mareo, fragmentos de asuntos disueltos dispuestos a ser deseos difuntos en el funeral de los defectos, los mensajes que murieron esperando una respuesta y la apuesta del doble y medio escote a la luz de nuestra señora del derroche, libre brisa de un temporal en Bariloche que me obsequió un texto y seis conos de amor en rama, amaba a la duquesa, adorada maga de don Julio y su mafia, amada la dama del ajedrez y la partida inconclusa, cruzaron las gallinas el paso siempre con la luz a su favor y la prudencia cordial, la ladrona y la mordaza, los ruidos a la hora del almuerzo, el frío del final, un plácido Domingo, un verborrágico Viernes sin cultura, un escueto discurso sin florituras ni falsas licenciaturas, la descripción del paraíso en una mirada, la polifagia intelectual, el universo que de la mano por el centro decidimos crear, la dama de la buena memoria, la falta de sus faltas, de Vienna a Britannia, dos claves que cierran un pentagrama que cerca el perímetro del recinto en el que viven por siempre los presuntos protagonistas de los textos inmortales, huye de los mortales, invoca en vocablos sonámbulos los nombres de los volcanes, soy fuego escrito de corrido en terrenos íntimos, meridionales, soy el que hace que tus impulsos septentrionales giman al Sur de los arrabales, soy electricidad fluyendo en los tonos del cuento sin pausas, sin puntos, sin apartes.

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