Pacto fantasma en la terraza de los cuervos.

Del misterio del trípode a las columnas del Partenón, de los pilares oceánicos a la tortuga que transporta en su lomo la Tierra, un hábito tácito de saludar al pánico, las puertas del cielo, una trampilla al infierno, el ventanal del puerto y en el centro, la magia de tu imperio, piernas sabias, armas de viento, instrumentos de salva, protege mis parpadeos de madre Nix, la excusas de Perséfone saben dulce, pero sus besos son de Odisea.

Era de noche, sonaba un barón entre bandoneones y contrabajos, firmé con una pluma ebria de tinta negra un tratado silencio, en una torre antigua y solitaria corté lazos, cerré conexiones, bloqueé pasajes, me convertí en un fantasma para las raíces, degeneré mis genes y así mi esencia se volvió salvaje, así los vínculos natales no podrían rastrearme, bajo aquel cielo cerrado cambié mi sangre por un beso de Kali, soy un brazo torcido de un árbol partido como si un rayo lo hubiese divido, soy un medio huérfano a los ojos del Sol, soy un Tigre solitario en un barrio sin control, abandoné la esquina de los ribetes azulgranas, de las funciones de trasnoche, las cuadráticas son las más ingratas.

Cincuenta escalones de mármol helado, dos canciones y seis descansos, entrepisos, misterios mecánicos, un dentista lunático, un salón escondido y un ático, había chances de perder la junta en el portal del subterráneo, pero inesperadamente, la dama de la vieja Italia se hizo bruma en la antesala de la pandemia en Parma, jilgeros del cuarto Oriente, jirones son lo que quedó de un hombre traído a cuento en el lamento de la parca.

Firmé mi propio exilio por abandonar los vínculos perdidos, bajan las varas, oniros invaden lo vívido, abandono cubierta bajo una ola atormentada, me duermo en el segundo descarte de las pancartas, cierro mis ojos en comuniones sartas, dejo mi cuerpo, despierto en Agartha.

Tigre.-

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