Te observo en letras.



Por trigésimo quinta vez te olvidé hoy, sigue siendo en vano, me rindo a los pies del Sommier y abatido, sin filtros ni resoplidos, vuelvo a pensarte. Hoy volví a olvidarte y Madrid me ayudó a equivocarme, su lluvia apaga el ardor, fluyendo por mis manos me recuerda a tus dedos, acariciando las cicatrices del tiempo y el mal uso de los campos, nunca me enseñaste a seguir tus pasos, ni tus saltos, ni tus telas, ni tus mantos, otra vez te extraño, debería quizás hablarlo con  mi terapeuta o tal vez mi gato. 


Llevo más derrotas en esto que a los dados, acumulo olvidos que apuesto al siguiente día y los pierdo en la nostalgia de recordarte recordando lo mismo que me hace pensarte, repensarte, querer olvidarte, fallar y repetir, los ases de los dados de las llaves de la tarde de la bandera del lugar donde amé y reí.
No te vayas de mí, vete, déjame verte, no me mires así, el rímel de mi frase es el glasse de la fase en que mengua la Luna, la gracia de los desgraciados que se tienen entre si, si estando estoy perdido y ganarte es un buen partido entonces prendido a la curva de tu tatuaje Lola me siento vivo. Será que te observo y veo letras, que aún dormido entre papeles te pierdo y entre azulejo y Blueberry te pinto un sueño, meciendo un dragón, mereciendo ni barro ni galardón, será que te tuve cuando el mundo quedó a obscuras y nadie tuvo nada, será que te puedes ir o volver mil veces y siempre serás mía, porque tus detalles, esos que te hacen tan tú son míos, patrimonio nacional de mi tinta, puño y vida.
Los pocillos de tu sonrisa, tu boca maquillada tras la campera y la indecencia, la mirada del furor y el cambio de colores, las leguas de Verne y la lengua que resplandecía al verte, la deuda y el abrazo fuerte, ansias de tenerte y detalles que te vuelven un desastre inminente, un deseo constante y un recuerdo latente.


Tigre.-

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