Los zapatos de Cronos.

Y en una terraza bajo nubes y cañas tendimos la mano a la vetusta casualidad de tener días raros, de escapar de los otros, de salir de los moldes, romper los bordes, forjar un filo capaz de cortar todas las barreras, las obsesiones, los trastornos, los excesos, las adicciones, la abstinencia, la indecorosa sensación de ser ajenos en un cuerpo propio. 

Nunca supe qué miraba, nunca fuimos juntos al espacio, nunca vestimos la primavera de azul, nunca me dijo cómo ser si no volvía de la última siesta y así estoy esta mañana, con un ojo en el reloj y otro en el suspiro de luz que asoma bajo la puerta, a ver si en una vuelta más de su ronda se le escapa una vez más un nuevo compás de la canción que cantamos bajo la luz de una estrella fantasma y la despedida ficcional. Suelto un susurro de tanto en tanto mirando al fondo del abismo, asumiendo que en la oscuridad estarás mirando, esperando que el eco de mi voz en la acústica de la nada me devuelva una sonrisa con sabor a menta y lima. 

Me quedé sin dados ya, buscándome la vida y jugando contra la suerte los dejé caer tras un soplido, cruzando mis dedos y rogando por el Once; nunca supe qué saqué o si gané o perdí, si los dados se partieron al llegar, si el As marcado no fue siete ni estrella o si quedaron suspendidos en el vuelo de la mariposa que guarda en sus zapatos el "Tac" del "Tic" del "TOC" del desorden de la iluminación y los abrojos vencidos, se quedó sin tiempo el dios de los instantes, sigo buscándote en este universo nacido de la colisión de nuestros cuerpos desafiantes.

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