Mística, maldita.

Se cierra el telón durante el vendaval, la cortina de luz matinal soltando flashes en magenta y cyan, de cuánto espanto tenemos que hablar para firmar el acuerdo de paz, si tus días raros son pasado pensando en el pasaje de la biblia azul, absurda y al Sur, alud de consonantes en un consorcio de bar, barras locas de atar, ataduras con cordeles pendulantes en el manzanar, bailar bajo el árbol negro por burlar al buen destino y mendigar, mendigar una gota de más en la boca de la Eva bipolar, positivismo peregrino sobre el paño verde de la burla y la murga quizás. 

El canal de la manta, el carcaj de las voces infinitas, el rapaz deseo de heredar la copa de Adán, "Tres huellas no hacen un camino", dice aquel que aún no bajó sus pies del sillón desde el que mira a todo aquel que lo intenta, fallar y volver a fallar. Me estalla el corazón en un suspiro, Valencia y sus "Tal vez", tal vez debí volver, volver al tiempo de los tiempos extraños extrañando la extraña música de la caracola, extrañar con la visceral sensación de que las entrañas se embalsan ante la entrañable, mística y maldita sonrisa de Lola.

Madrigal, prohibidas palabras mayores que profanan la nueva normalidad y se abrazan donde las bocas no se cubren y el que calla no es por otorgar, se hace uso del silencio como si fuese otra vocal, una seña, el slang de los que no necesitan gritar para transmitir, hablar para comunicar, el silencio como un himno de compases sin vocablos ni ribetes, la mente en blanco como lienzo para pintarle una vida entera a la dama de los dados escarlata y los labios a tiempo y tono.

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