Me sentía especial, atraída por él, a leguas de la realidad, a un infierno de su esencia, me sentía contenida incluso cuando permanecía lejos mío, es tan distinto, tan él, tan como ninguno.

Lo miraba pensando que no me observaba, qué equivocada estaba, lo quería en mis brazos, en mi cama, perfumando mi almohada con su eterna presencia, la que deja al levantarse y partir, una suerte de alma que persiste donde estuvo para protegerme y abrazarme si el cielo amaga a quebrarse.
Frágil, lloraba con sus ojos, con su entrecejo, reía con sus pupilas, amaba verlo haciéndolo, se lo dije y fui la primera en hacerlo, siempre me dijo que nunca deje de sonreír, sus ojos mirando me contagiaban, sonriendo mirando los míos, se enojaba y serio me esquivaba, odiaba que la gente viera sus lágrimas, su odio, odiaba verlo partir, aunque supiera que volvería, nunca le dije exactamente lo que sucedía, lo extraño.
Mis labios pronuncian su nombre mientras duermo, vibro con los recuerdos de sus detalles, mis deseos.
La esencia queda donde más la añoran, el alma la llevan quienes más la necesitan, no importa dónde estés, sino dónde están los que uno extraña, tengo un Tigre todo el tiempo conmigo.
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Nunca, jamás, dejen de sonreír.
Tigre.-
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