El viaje de la soledad.

Él corre entre los autos detenidos bajo una luz roja, esquiva gente muerta en vida, evita postes y carteles, gira a la carrera sosteniéndose de una baranda para no terminar desparramado por el suelo, cambia el paso y volviendo el movimiento de sus pies invisible, mirando hacia la pared a su derecha comienza a bajar las escaleras, mirando hacia delante, sin pensar en nada más que llegar hacia abajo sin tropezar, sin caer. Llega hasta la estación subterránea, sin desacelerar el paso sigue corriendo hasta los molinetes, apoya una mano sobre uno de ellos y de un salto ya está del otro lado, se desliza por una baranda metálica hasta llegar a un viejo andén y marcando un paso para afirmarse da un salto y se cuela en un vagón.
Vagón vacío, solitario y son olor a madera añeja.
Tras él, las puertas se cierran de un golpe causando un sonido ensordecedor, como los que causan jaqueca. Ya sin apuro, camina algunos pasos y se acomoda en un asiento incómodo y crujiente, con su espalda contra una gastada placa de fina madera pintada de gris claro, su cabeza reposada en una ventana que el movimiento sacude y sus piernas sobre el resto del asiento libre.
Cierra sus ojos y no piensa en nada, sólo deja su mente descansar sin detenerse a analizar qué o quién espera fuera de aquel túnel, sabe que al terminar el viaje algo puede llegar a salir mal, alguien puede no estar allí, algo puede herirlo una vez más. Pero nada de eso importa, porque dentro de aquel triste vagón está la libertad de la soledad, al siguiente momento las agujas del reloj volverán a moverse hacia el mismo lado de siempre, el tiempo renacerá para otra vez incitar a la vida a seguir viajando, pero por ahora, él está sólo, es libre.
Es extraño ver su sonrisa, saber que es feliz incluso no teniendo nada alrededor, y yo sé que lo es, porque no está realmente sólo, porque hay mucha gente en aquel subterráneo, están los que no están, los que esperan afuera, los que vendrán, están sobre todo los que quieren estar allí, y él está con quienes desea estar, intentando darles esa extraña sensación de compañía incluso en la más trágica soledad. Está preocupado, lo noto en su expresión, a pesar del camuflaje de la sincera sonrisa, se que está en algún otro lado pensando en alguien más, buscando la manera de hacer feliz a los demás, intentando satisfacer a todo su entorno, para ser un poco más feliz sabiendo que los otros están un poco mejor.
Todos somos uno y a la vez un millón, estamos aquí, allá y en cada pequeño lugar, sintiéndonos acompañados, sintiéndonos amados, todos desearíamos estar mejor, pero aún más, poder hacer un poco más felices a los demás.

Dejar el alma en una rima, en una letra o en una cuerda, dejar la vida en una mirada, sentir el malestar de los que no están, sentir que somos parte de sus sueños como ellos lo son de los nuestros.

Intentar ser un mejor hombre, hijo, amigo y amor cada día de nuestra existencia, por esas cosas es que vale la pena luchar.


Tigre.- 

Para luchar siempre por hacer que los demás estén un poco mejor, cueste lo que cueste.

Will.-

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