Amanecer es brillar.

Amanece para todos una vez más, amanece sordo, amanece un ciego refrán. Amanece en una sonrisa de placer la lágrima que congela una rosa, justo en medio de un árido desierto. Amanece un texto manchado con paz, amanece claro en un Buenos Aires de aires turbios, amanece al fin, otra vez, entre tu piel y mi fe.

Se alborotan mis cabellos con el primer bostezo del día de ayer, el perfume a Lirio suaviza mi ser, la guitarra sonando me vuelve a ver creer, las letras bailando me vuelven a ver mencionando seis cuerdas y un papel, que trágica noche ha de haber sido la de ayer, que mis ojos obscuros al día no quieren conocer.

Pero igual quiero ser, y creo comprender que las leyendas no son más que fábulas para querer vencer, para ganar valor y sin las cartas ver apostarle al destino el futuro que creímos merecer y nadie supo corresponder. Hay que pulir esas marcas con que la erosión de las almas rasgó mis pies, porque sólo así se convierten en insignias que en momentos de maltrato celestial nos arriman un poco de esa esencia floral que nos recuerda que incluso doblados de dolor, descalzos y sin lugar, pudimos enfrentar nuestros miedos y lograr ser el santo de alguna niña de cristal, pudimos dibujar otra sonrisa en otros labios, otra historia para contar, otra fábula que alguien mantendrá vida por toda la eternidad.


Will.-

SAINT.

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