Verde eco, gris dorado.



El cielo se agrieta entre nubes violentas y sin pudor, una luz se extiende entre ellas, una luz cálida y piadosa, la misma luz que ayer hervía tu sangre y tus cicatrices descosía, una huella en el pasto deja tu pasado y otra delante el futuro que ya no es, un árbol se desentiende del viento que pretende moverle, es el mismo que despeina la experiencia de tus sienes, brisa peregrina de millas meridianas, verde eco de tu grito ausente, gris dorado en el techo de tu puente, une mis tierras tu vientre pintado de celeste, las divide el helado goteo de tus lágrimas en mi frente.

Si mi voz no se hace presente en el alba de un mundo intermitente será porque mi pluma está escribiendo una realidad distinta en un plano paralelo, un hueco en mi mente donde tu ombligo cauteriza las heridas de la vorágine impertinente de saberse simplemente un hombre diferente. Si no ves la sonrisa de un compositor en el tiempo libre que tienes quizás no estés mirando donde debes, si consideras dolor sólo lo que duele es posible que no conozcas bien la falta, si echas en falta algo que no tienes ni lo mantienes con vida tanto como puedes puede que no lo recuperes, un apretón de manos con el llanto y una tregua con el pánico nunca vienen mal, entender que la vida duele o no es un delito a cometer, hoy no tendrás un gran día si no luchas por él.

Somos árboles en un bosque, uno al lado del otro. Unos caen y no hacen ruido, otros dejan un hueco eterno, somos gigantes de madera y vida, muchos de muy buena. En nosotros elegir si con nuestro esfuerzo se hace leña, como de cualquier árbol caído o si seremos pilares, cimientos de un futuro castillo.

Días quedan miles, o uno, quién sabe, pero ninguno está de por sí pensado para valer la pena, eso es tarea de uno mismo.

Carpe Diem.



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Tigre.-

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