Envenena mis labios.



Llegaste cuando aún separaban a las diez doce suspiros de las once, caminando firme con tu paso sostenido y tu mirada de museo cerrado, pudiste haber seguido de largo, pudiste pero no, miraste mis labios con tus ojos cerrados, mutilaste los pocos pensamientos cuerdos que habitaban mi cráneo, ennegrecido el entorno sólo quedaron tú y mis instintos más bajos, insisto en el hecho de que pudiste no haber pausado tu andar, pudiste no haberme enamorado con tus extraños pasos, con tu ropa de piel de antepasado camuflando el éxtasis nunca mejor disfrazado, insisto, no podría haber evitado mirarte como hipnotizado.

Distinto de otro, un viento distinto, distrito de lo sincronizado, divertido juego de seguirnos los movimientos apercibidos, me enseñó el cronómetro a no desperdiciar las milésimas, aprovechar los clicks que gatilla tu cerebro buscando la bala perdida en tu ruleta rusa, me enseñaste a buscar tu placer por las variantes del sexismo, la cima del clima alcanzar camino a la vendimia, el prisma circular que abarrota de colores el humo del humano que escribe hipnotizado y sigue, sugiere sumas ante duras dudas de dunas o Lunas en la bruma, imprime rastros en la ruta como huellas en el césped mojado, desurbaniza terrenos monopolizados para volverte a hacer sentir a tu cuerpo un campo intacto sólo con las manos.

No sé si han sido siglos o años, pero te sigo mirando directo a los ojos, pudiera ser un poco de tiempo mucho pedir para sentir que lo efímero es un rapto de ilusión, una maniobra de algún dios para no empalagarnos con la idea de eternidad, un complejo relámpago que perdura como una idea vagando en el espacio, inconcebida, impregnada de vacío pero aún existente, tan real como la lágrima al cubrir tus palmas, como una carcajada soltada en soledad, tan real como que aún te encuentras de pie frente a mí tomando mi rostro con ambas manos a punto de envenenar mis labios con la miel que será droga durante varios espasmos.

Somnífero y canto, poesía y armas, te tengo en la mira, tengo distancia y tengo luz verde, disparo, gira la bala sobre si misma y sobre el mismo espacio que apaña ideas, creerías que he fallado al no sentir el impacto, al no ver sangre ni daño, pues no te apresures, mi fuego no quema, no hiere la piel ni astilla los huesos, va más allá de lo que ven los cirujanos o curan los humanos, mi letra llega donde nadie pueda extirparla, donde llega mi voz cuando te hablo, al fondo de tu más bello prado, el arma que enamora a los incautos.


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Tigre.-

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