Sueños y anillos

Que no te cueste despertar, no es la realidad lo triste de estar vivo, es la manera de llevar un rencor en la mano sin sentido. Que no te cueste despegar, no es el suelo quien te condena, son los clavos en tus zapatillas negras tus cadenas. Te ruego escuches el corazón palpitar, ningún sonido puede endulzar tu mal humor más que el de la vida misma, más que el de tu existencia para algunos esencial.

Ya que gustas dibujar una sonrisa, dibuja una en el papel o aún mejor, dibuja una en tu boca y tu piel, dicen los instruidos que no hay manera mejor para transmitirla que pintándola en tus propios labios y así se propagará por doquier.

Te vi sonreír la noche del sueño aquel, te vi sonreír mientras cantaba, te vi también hacerlo la noche de la tempestad y la del merengue fatal, sobre un árbol o bajo la lluvia.

Él seguía cantando y hablando de verse y verla, ella hablaba de plantas y pausas, aunque juntos, antes de dormir, hablaban de amar lo que no poseían, lo que nunca tuvieron más que en sueños y fotos, sus pies descalzos, sus ojos negros, sus viajes pasados.

Plumas que llueven como la noche en otro hemisferio como llueven lágrimas sobre las mejillas de quien llora silente y sin abrigo bajo la Luna en la que muchos hacen poesía, en la que varios se sofocan y otros tantos funden miel, plata y nostalgia en una fotografía.

Te oigo cantar entre secretos, sueños y anillos, te veo vestir una túnica gris y tu pelo suelto siempre rebelde y desafiante. Te veo ir y volver a la cocina, al balcón a respirar aire fresco, puro y sin mi perfume, te escucho preocupada aunque no pueda verte por la ausencia que dejaste, no te diré adiós, sé que estás ahí esperando para leerme, no te diré buen día, sé que ya no puedo amanecer en tus rodillas.

Tigre.-

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