Pecados ni perjuicios.

Si por cada historia que llega a mí de una u otra manera alguien me diera una moneda de oro entonces podría fundirlas y hacerme un castillo brillante y ostentoso. No recibo nada material por esas experiencias que van formando parte de mis pertenencias, aunque sí una enorme satisfacción, toda una muestra de afecto y por supuesto, material para hacer esto, lo que amo.



Desde que nacimos se nos fueron imponiendo mediante educación, crianza y psicología, bases de conducta tales como amar a los que nos rodean, a respetar a la mujer del prójimo, a poner la mejor cara frente a adversidades, frente a maltratos, a denunciar lo que nos lastima, a que hay alguien más arriba de lo que nosotros estamos para defendernos, para aliviar nuestras cargas, para ayudarnos  a vivir mejor y que aún más allá, mucho más arriba, hay alguien que dio la vida por nuestra libertad, por la nuestra, por vernos felices una eternidad... Pero, ¿Qué pasa cuando todo eso se contradice? Permítanme contarles algo que tengo el honor de saber...

Entró a la vieja oficina con una pila de carpetas finas y bien organizadas en sus brazos, movió una silla hacia atrás y el ruido de las patas contra el suelo retumbó en ese espacio, en el pasillo y quién sabe más dónde. Dejó los papeles sobre un escritorio gris de madera falsa y corrió dos cortinas, sonrió, una Buenos Aires inspirada se alzaba bajo los labios del Sol y entre torres de concreto y ríos de asfalto se mantenía vivo el último espacio verde de todo Almagro.
Un carraspeo intencional cortó de raíz la magia del instante, se dio vuelta y frente a su presencia magnífica y preciosa se encontraba otra más aún, una mujer de unos veinticinco años, de pelo negro y ojos casi púrpuras miraba el lugar indagando y estudiando los detalles. Se presentaron, como se presenta la formalidad, un apretón de manos abrió el juego, se sentaron y comenzaron a discutir formalidades café mediante, se regocijaba con su talante y perfección mientras ella le explicaba de qué se trataba el empleo, cuáles eran las pautas, cuáles las condiciones, qué había que hacer y qué no, uno de los puntos claves, no fumar.

Pasaron los días, el trabajo era simple, la paga buena, la gente amable y lograba combatir su vicio de una manera más que confortable, durante la hora del almuerzo salía a la terraza a beber jugo y fumar un cigarrillo, mirando el cielo, ocultándose de la lluvia o del calor de los rayos solares, de tanto en tanto su supervisora subía también, compartían algunos minutos de libertad y sobre todo la descarga de ansiedad, se contaban ciertas cosas, otras las ocultaban a más no poder, nadie revelaba demasiada información, mas se miraban cada vez con más intensidad, la historia tomaba color, de a poco no podían dejar de mirar como sus bocas amaban el papel del cigarrillo, eran víctimas y victimarios, eran la locura que se encierra en el silencio y la desigualdad, el secreto y las suspicacias del caso.

Una nueva mañana despierta, se despereza, otra vez lo mismo de todos los días, ir al trabajo, falsear, esconder, evitar, esquivar, mentir mil veces por miradas, intentar convencer al propio instinto de que los instintos mientras más bajos más pecado, mientras más intensos más prohibidos, mientras más prohibidos, más instinto.

Mientras viajaba se encontró con un problema tras otro, con cortes en avenidas, con suspensiones en el transporte, y así, cuarenta minutos más tarde de lo que debía, se encontró frente a la puerta del edificio, tocó un botón, sonó un timbre grave, abrió la puerta y comenzó a subir las escaleras. Llegó al piso destino, golpeó la puerta y ella le abrió, con una sonrisa roja en los labios, ..."Pensé que iba a estar sola toda la tarde..." dijo y se miraron. "Es que nadie pudo llegar aún y a estas alturas estoy perdiendo la fe de que alguien más pueda venir." Volvieron a mirarse, más profundamente, ella nunca dejó de sonreír, un sonido gastado y metálico sonó por un segundo y medio, alguien más llegó, pero nadie se movió, ni movió sus ojos, ni dejó ella de sonreír hasta que sin poder evitarlo se besaron, acariciaron su pelo, sus pómulos, sus bocas, se tomaron por el cuello, se empujaron cada vez más cerca y se separaron seis centímetros, para mirarse, indagar sus ojos en busca de culpas, arrepentimientos, pero sólo vieron fuego, ese fuego que generó la réplica de aquel beso y más, ese fuego que convirtió el instinto en pecado, un pecado casi infame, sin traiciones, sin trampa, sin sufrimiento por parte de terceros, sin lastimar a nadie, sin perjuicios, sin delitos, pero pecado al fin. Sonó otra vez una campanilla como la de un despertador, alguien más esperaba en la calle a ser atendido, esta vez no pudieron evitarlo, tuvieron que abrir y matar de un golpe todo ese universo que había explotado un instante antes.

Aman el secreto, se aman entre sí, añoran la libertad es cierto, aunque aman saber que nadie sabe lo que esconden, aman irse a dormir en un abrazo que dura seis horas o más, aman ir a trabajar por lados contrarios para no cruzarse ni coincidir, para no tentarse ni tentar, aman planear como si fueran a atacar una base militar, aman evitar las voces de los demás, aunque odian no poder ser felices ni su amor gritar, a pesar de que odian los prejuicios que condenan su decisión, aman y odian al mundo en general, pero a la hora de la soledad son dos ejemplos y son inspiración, viven en una eterna discusión con el medio y sus individuos, no por asesinar, no por mentir ni robar, sino por amar según su corazón les suplica.

Yo, sabiendo la verdad, cargo con la pena que me da verlas caminando separadas en lugar de abrazando la felicidad, porque el entorno las juzga, porque sus familias deciden calificar, porque no aceptan que una mujer ame a otra, un hombre a su par. Soy portador de su secreto, sus nombres no existen en mis labios o el papel, siento orgullo por saberlo, por haber recibido esa mañana su llamado y confesión, siento orgullo de ser el único que lo sabe aunque me duele también, no voy a entrar en juicios de valores ni moral, no es mi trabajo en este lugar, yo sólo vine a contar una historia que dos personas tienen que ocultar, vine a gritarle al mundo lo que ellas tienen que callar, para que se lean en este espacio al menos y vean que su amor es real, digan lo que digan, juzguen cuanto juzguen, discriminen cuanto discriminen.




No más por hoy. Les debía este texto, es mi muestra de que estoy con ustedes, las amo :).

Tigre.- Will.-

2 comentarios:

  1. Hola tigre, soy yo... De nuevo...
    Sólo quiero expresarte mediante este comentario que tus textos me hacen sentir cosas inexplicables, son totalmente hermosos y profundos.

    (SOy el hombre gay, me llamo Sebastián)

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