Inspira, todo tiene un nombre.



Hoy es mi primer noche a solas con París, Lola tiene cita con sus familiares y a mí eso de sociabilizar nunca se me dio del todo bien, preferí tomarme la noche para conocer un poco más la ciudad, lejos de las postales, lejos de las luces y los ruidos. Sobre un pequeño canal se alza un puente de adoquines que está ubicado a un lado de un parque cuyo nombre podría intentar pronunciar mil veces y nunca triunfar. Pienso en los labios rojo fuego de Lola y sus piernas, ajenas, ideales para la hora de la siesta en un mes tan gris como éste Agosto que nos influencia y desmotiva, me siento decepcionado, para ser sincero esperaba que me recibiera bajo este puente un personaje típico de ficción, con un atuendo desprolijo aunque colmado de galantería, o que al acercarme a este lado el lamento de un saxofón oxidado teatralizara mis pasos... Pero no, no hay ni patos siquiera, ni faroles despintados iluminando a furtivos enamorados, París no es tan glamoroso ni tan profundo como esperaba pensaba y mi mente ya comenzaba a irse por las ramas de blancos y negros en cortometrajes sin sonido cuando me distrajo un canto casi tan sentido como un llanto, una plegaria armónicamente decente pero sentimentalmente exuberante, me recosté en un banco y cerré mis ojos dejando que el acento francés y los ribetes vocales me asesinaran si lo deseaban, entré en un estado catatónico pero absolutamente placentero, el cuerpo adormecido no pesaba, sentí como si por unos segundos flotara, como si su voz me sostuviera suspendido en el aire y pensé en Lola, en sus matices, su humor, su amor y el momento álgido de nuestro sexo, pensé en la distancia, en las madrugadas en España, las tardes en Buenos Aires y nuestros encuentros nocturnos camino a la playa, pensé en que si ella no me besaba pronto moriría en el lamento cruel de algún disco rayado, pensé en la primera vez que acarició mi rostro, besó mi pecho y se recostó en mi cuerpo tibio y excitado.

Intentaba pensar en algo que pudiera ponerme histérico pero pasaba desapercibido, pretendía enfadarme y mi sistema nervioso lo pasaba por alto, pretendía ser un loco mas el poeta que lo controla no paraba de inventarse frases de cuaderno, no podía dejar de oírla y me imaginaba violines y pianos engalanando su arte, pensé en los apodos y los significados, en el Tigre que soy bajo la piel y tras la mirada, en la furia que nace por perder y en la obstinación o amor propio que me hacen seguir y seguir siendo, adoquines, violines, faroles y espadachines, espirales, tulipanes, Lola, su madre, la mía, el valle, la llave, nada, ni nadie.

Me molestó una luz frente a los ojos, me giré y no dejó de incomodarme, como pude separé los párpados y reconocí una imagen cotidiana, el Sol alzándose sobre el licor de una nueva mañana, me dormí, tan lentamente que no pude siquiera evitarlo, que no me enteré. Volví a casa mientras nadie pasaba por mi lado, subí las escaleras, cerré tras mi espalda la puerta y ella me recibió con el dulce néctar de sus labios apasionados, no importa lo que dijera la canción que cantaba, ni cuántas vocales tuviera su nombre, aquella voz será sin dudas motivo de inspiración para un texto algún día.

La inspiración está todo el tiempo ahí fuera, si la dejas ir será de otro, si la amas, será tuya eternamente.

Tigre.-

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