Manchas, marcas, mañas.

Siempre encuentro el equilibrio, voy a sacar las garras y voy a ponerle el lomo a la semana que viene y a todas las demás, hasta el final. Soy un tigre que pierde las manchas pero no las mañas... No le tengo miedo a la vida ni a lo que pueda pasar, voy a sufrir, eso es seguro, siempre hay algo por qué sufrir, y no voy a dejar de andar por eso, por nada.
Entre la maraña de sensaciones que me inundan, desbordan y ahogan encuentro todavía hoy resagos de esas palabras que me dejaste en un papel llorado, en la despedida que me vas a deber hasta el reencuentro, hasta que todo muera a mi alrededor y seas vos quien me recibas en tu nuevo hogar. No hay lugar para una guitarra en el viaje, pero mi guitarra va a ir conmigo donde quiera que vaya, y en cada acorde una nota tuya va a sonar, Campana, el patio de atrás o el cielo más lejano, ahí estará la huella.
Te dije que no podía perder, nada tengo, te dije que no podía morir, aún sigo allá, en más de un suspiro triste y apagado, el hoy es un eslabón, y hoy soy un esclavo. Ayer fue muerte, y siempre será así, pero en la muerte más penosa y cobarde, incluso en la olvidada, se encuentra un pedazo de carta por jugar.

Otro 21, otra vez esa sensación de no sentir nada, otra vez ese vacío, otra vez yo, como siempre, para siempre.

Esta va por vos Maro, gracias por todo, tantos años terminaron siendo muy poco tiempo, pero fué suficiente como para que aunque no puedas leerlo, este texto llegue a vos...


Te extraño.


Will.-

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