Afonía sinfónica, agonía distópica.

Como sondas en un océano infinito, como el eco de golpes que despierta a los cetáceos, ondas guía en mareas rotas retumban y resuenan bajo el violín de la serpiente de Midgard, el abismo como una nada abstrayente, el todo como sepultura del vacío, un suspiro a contra tiempo nos cuesta cuatro compases, un tresillo vale por el ritmo de los vientos y los latidos sincopados, cuarteles de hierro ennegrecido y hábitats sustitutos, en el aplauso de Dante te busco entre vocablos que ya implosionaron, sin veranos en Belgrano, sin barrancas en Belgrado. Sangrando en terminología me terminé perdiendo en la visita guiada por tus pupilas eternas, lunas que asistieron a miles de naufragios, presagios para dignas partes maulas.

Afónico de tu fantasmagórico arrullo, disfuncional al grupo de asalariados brutos, muérdago y muletilla, los dedos astillados de circular rezando sin cuentas a las cincuenta siluetas de la silla de Electra, sin vueltas, sin ceros, silvestre sin cuerpo el vino del clero, no creo, no cedo, no cuerdo, no vuelvo, no pierdo esperanza si oportunidad no tengo, no fallo a la diana si el petirrojo danza, fuego azul del filo templado, fiero alud de un ligero dado, hierve suelo en un desborde manso, comanda las agujas el capitán sin garfio.

Espera espigas en vacío y malta, aguanta la guarda del alguacil del habla, se hace responsable un dios de las proesas de un cosmonauta y Beto, Beto repasa las fojas en la corte del karma.

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