Duelo entre la doña y Dolina

Bajando la rueda, muletas de San Juan, dormir bajo su espectro engrandece la ficción, enaltece su virtuosismo; la negra sabe que el motor no va sin una dosis de su paz, pierdo el control y los papeles, pierde tracción la piel deslizando hacia la eternidad, la fricción, la dicción audaz, la lección de un exámen que fallando nos llevó al centro del lugar, dos ojos negros y la siesta en el dulce panal del concierto anual, su gusto por crear y el mío por volar, valiente interpretación de la magnificencia lírica y literal, en Bagdad las mil y una noches se hacen pocas para dormir y despertar, se me hicieron deudas y en un saldo perdedor gané por el hoy, por el futuro y por la década perdida, dama de tierra y fauna, manos de espina, de espada y estigmas, rabietas truncas al sur de la Corea blanca, buscando ofertas en ferias al borde de las Américas, sin necesidad de regatear, el mejor trato lo hice hace años, y tantos, nos llevamos a la boca regaños y relámpagos, respiros y recibos, decoramos las habitaciones con medallas en el mar, no suelo alardear de fortuna pero la verdad es que tengo un siglo de ventaja para girar la ruleta a ciegas, después de todo, con lo que llevo ganado desde aquel primer abrazo, puedo morir victorioso aún llorando la racha de los cien años. 

Duelen las faltas, la amnesia duele entre tapa y cerveza, duele levantar la cabeza y resoplando vapor ver la avenida desierta noche tras noche, arde en las manos el frío de Martes, el viaje de Jueves y la gresca del Sábado, duelen el hambre y la frustración, los talones rotos, duelen unos más que otros, duelen tantos, tonos pocos, sanan limpios, coros locos, se abre el cielo, negros ojos, cura todos, lobos sueltos, tigres roncos, mi vida en un puño cerrado, su amor en el otro.

Si como dijo Dolina... La vida vale menos que el amor.

Te amo Pupe.

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