Reflexión bancaria.

Mientras el eco de los gritos son fantasmas a los que se les da vuelta la cara, el mundo se regocija y a carcajadas se jacta del progreso del ser, se condena con la mano, se encajona con el codo, se escribe con la lengua, se borra con el morbo y así, seguimos dando vueltas como el universo en un circuito espiraloide que deriva en un centro vacío. Tanto tardamos en llegar que nos olvidamos a qué íbamos. Descreemos, pre juzgamos, encasillamos y defenestramos, al fin y al cabo, no será mi hija, ni mi madre, la mujer a la que amo no es del tipo, no se mete con nadie, no busca los problemas, pero claro, ella es madre de alguien, hija de tal y hay más de un ser que la ama incondicionalmente. Pero somos inmunes a todo, mas no a la inmundicia de creer que el mundo es justo y perfecto y sólo sufre quien lo merece, iluso, intrépidos e intrépidas que abordan el tren de la ignorancia hasta que, por supuesto, lloran por TV y piden una justicia que muere al intentar propagarse y se le acusa de exagerada, de oportunista, moralista y políticamente incorrecta. Yo, tú, Ella, vosotros, ellas, nosotrxs. Soy humano, de género masculino, soy sociedad, LA sociedad, soy amante de las palabras pero mi deidad es el lenguaje, que progresa y se adapta, como debería adaptarse el sueño a la realidad, como se adapta el cuerpo a la necesidad y como se adapta EL hombre a LA humanidad, si no defendemos la libertad, la inclusión nos termina dejando afuera.

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