Colmillos con aroma a Rosa


Un día me la presentaron asegurando que era una leona, pero claro pensé, "Todos asumimos nuestra ascendencia como tal cosa" Qué ingenuo yo, que astuta la vida que me terminó demostrando en la afonía de su voz que realmente lo fue, lo es, lo será. En un vaivén inevitable de sinsentidos, gritos, insultos y piropos me encontré con que sin dejar de ser quien soy me volví miembro de un clan exclusivo, cerrado, de élite. Un gabinete selecto, forjado a golpes con el martillo del destino que quema en la piel, reunido en una mesa de hambre abundante, de inmensas faltas, de locuras varias y varias recetadas, una banda desconfigurada, sin ton, sin son, pero que gracias a quien comanda la orquesta fue capaz de interpretar cualquier canción. Pido permiso para escribirte y en letras volverte aún más inmortal, dejaste un cachorro listo para impactar de lleno contra el muro de la verdad y atravesarlo con buen porte y bondad, dejaste en un mundo que desborda de mierda sangre pura y pura realidad, nos mostraste a todos un camino y a más de uno enseñaste a caminar, el legado de tus manos temblorosas es la voz que pierde potencia pero no intensidad, el final de aquel camino es la eternidad y en las pupilas de tu casta brilla el fuego del rugido de tu vitalidad. Algunos lloran y creen que te extinguiste en el suspiro de la soledad, estúpidos, si te hubieran visto, oído y sentido luchar sabrían por demás que de tu manada criaste a tu sangre más leal, que tembló frente a algún que otro rival pero que cuando tuvo que mostrar las garras y vencer hasta al mismísimo innombrable logro amedrentar.

Esto no habla de quien fuiste sino de cuánto dejaste, no se refiere a cuántas veces venciste sino a cuántos educaste con tus incontables batallas. No vengo a hablar de cuánto vas a ser extrañada porque no voy a darte por lejana, una vez más la vida saca, pero esta vez deja a cambio el resultante del amor y la dedicación que a la misma vida le imprimiste. Mujer de muchas palabras, grandes, fuertes, importantes, banales y gritadas.

Mujer haré sonar las palabras que mejor me hagan recordarte, porque no hay perro que muerda y que ladre mujer...

"ANDÁ A LA CONCHA DE TU MADRE!"

Nos vemos en los ojos del Leon que dejaste para que siga con tu legado, buen viaje y no te olvides de lo que te grité aquella tarde... TE QUIERO.

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