Temporada de paz.-

El censor es uno mismo, también el crítico más cruel y penitente.

Mascarita de colores te perdiste en un carnaval prepotente que llegó temprano y se nos fue antes de que tengamos tiempo de despedirlo. En tu disfraz de muñeca se terminaron las domas porque mujer con ojos de celofán en tus muecas se perdieron los residuos de aquella pena que parecía perpetua, hay un pimpollo en tu cabello, tu aroma lo perfuma, tus formas lo embellecen, tu boca la envuelve y en tu beso florece.

Femenina, precisa, te mueves en mis sueños como si fuera de tu pertenencia el planeta de mi mente, detente a leerme y deja que tu piel sea tatuada por los poetas cobardes que le escriben al milagro de tu espalda y tus mejillas de risa contagiosa. Loto como no querer verte florecer, se tornan las falacias cadentes cuando tus caderas andan desnudas por el puente que construí entre tu simpleza y tu vientre. Te llevaste mi paz en la mirada que me negaste, me hice autor para hacerte canción en un temporal sin tiempo ni temporada, sin estaciones, ni de climas ni de trenes, fuiste punto de partida, inflexión y quiebre, llegada en el alcance de tu iris de origami. Me recuerdas a un texto que nunca escribí en tu honor pero que por ti pinté en el plexo de mis soles.

Tu arte le ponen un signo de exclamación a las letras que escribía cuando fantaseaba con tus labios dirigentes, tus pupilas sin dueño, tus talones libres, tus párpados vírgenes y el arco de tu cintura para traerme de las orejas a esta fiesta de ver cómo eres cuando no te importa ser ni parecer diferente, dame algo de eso que te define tan drásticamente como lo más bello que tuve el placer de alguna vez  tener enfrente.

Dame paz, dale la vuelta a este pasar sin suerte.

Gracias.

Fotos:

https://www.flickr.com/photos/xtigre/

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