Antiguos balcones y Jazz.

Diurna y benigna, nocturna, maligna, alinea los cuerpos y eclipsa los nervios.

Siguiendo los placeres escurridizos anduvimos por donde jamás estuvimos, cansados y dubitativos, deseando encontrar lo que se escurría entre las calles como nuestro deseo entre las manos de los pecadores. Abrimos los caminos como quien destapa una cerveza fuera para encontrar el punto justo en que se embriaga el libido y se duerme ebrio el sustento de los recaudos y los "Pero", mortales y sin rumbo a seguir más que el de los satélites perdidos, unidos, buscando algo que en una sombra se hace desear.

Un tumulto una calle más arriba sobre adoquines anda en su propio mundo, como una isla dentro de otra isla dentro de un mundo que yace fuera de este mundo, memorias de lugares en los que títulos pintaron colores sobre balcones antiguos de ciudades sin siluetas ni tapujos, montones de cartones y decenas de cabrones hablando el idioma de los invasores. Partimos en un coche alemán, subimos a un ferrocarril chino, cruzamos los mil cordones en un subterráneo japonés para llegar al río que vimos en un film francés, cazamos en regiones de dos generaciones y al fin y al cabo acabamos en un territorio tan nuestro y tan distinto a lo que conocemos que nos sentimos vestidos de actores en un guión retorcido, bizarro y perfumado por la pintura de los artesanos.

Música que proviene de la misma cultura que se regocija a nuestro alrededor, bajo nuestros pasos, en nuestros hombros y en el lazo de nuestras manos, sabemos reconocer cuando una imagen nos deja con los pómulos ruborizados, artistas haciendo Jazz en un patio y aroma al mayor exponente de los placeres culinarios, jugos, discos, máquinas para escribir como lo hacían los antiguos y cien, mil maneras de buscar el pan bajo los tristes encabezados de los diarios. Nuestro entorno se volvió colorido, folklórico y foráneo, tuvimos suerte de vernos en un paisaje de cuento de ancianos, anécdota de paño y almuerzo moderno de paisanos, dejo esta historia plasmada en un cuaderno que visto de recuerdos y desnudo cada invierno que me falta tu alivio en mi cuello, bebimos cerveza y de postre lima, volvimos sin penas ni gloria pero con un relato para obsequiar, lo mejor del caso, encontramos lo ansiado justo antes de dar por cerrado el caso del barrio fantasmal.

Tigre.-

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