Recurrir a los sueños.



Tengo un sueño recurrente, un sueño que va de departamentos prestados por tristes benevolentes, ubicado en un lugar conocido aunque poco frecuente, uno con una entrada no muy amplia, menos aún acogedora, no tiene sillones ni recepcionistas, pero hay quienes dicen que allí el lívido es moneda corriente y hay cambio con la monotonía. Un edificio de ascensores pequeños, antiguos, con indicadores gastados y sin espejos costosos y relucientes, con pasillos sin alfombras ni nombres en placas, ni reyes ni bellacos, simplemente un edificio, normal y corriente.

Tengo un sueño recurrente, lo es porque cuando aparece es allí donde me encuentro, aunque no esté siempre con la misma persona ni vaya por los mismos motivos, siempre el mismo edificio cuando entro, siempre la habitación 207, nunca sé dónde estaré al salir ni cuándo volveré pero entre sexo, desilusión y fuego siempre tengo algo para alimentar el sueño nuevo.

Entramos de la mano, su vestido cubre sus pies desnudos y nos sacudimos contra las paredes a besos perpetuos, nos reímos de quiensabe qué, nos mordemos sin tregua, oímos hablar a los locos de verdad, los locos que hablan, los que cantan, no vemos más que una bruma sucia y ropa desarreglada. Ella tiene los labios pintados de rojo, o al menos alguna vez los tuvo, yo tengo mi cuello carmesí, creo recordar que tiene un labial similar, no tenemos tiempo para contar pecados, Madrid perdió las mañas y en Francia Lola y yo fumamos en silencio.

Tengo un sueño recurrente, va de emblemas, empleos y embrujo, va de impunidad y Ron con lima en el suelo de aquel piso. Tengo un sueño desde no recuerdo cuando, me visita sin motivos ni permisos pero es un sueño exclusivo, él es mío y yo soy suyo, la pasión con la que lo vivo, con la misma que escribo, la elegancia de su atuendo, la provocativa sonrisa de su bretél caído, su pecho colorado y sus muslos que me tienen perdido.


Tigre.-

No hay comentarios.:

Publicar un comentario