Las estrellas pizpiretas.

No equivale el grito apabullado de un pobre hombre desamorado que el de un Tigre desamparado en el medio de una jungla sin bruma. Lola lo sabe, sabe de Tigres, sabe de desamor, sabe de junglas y de conglomeración, Lola sabe que mientras sea fiel a su mar natal ni en Francia ni en un bar de Paternal podrán decirle cuán lejos puede llegar.


Pongo un banco a la entrada de un ventanal, un pedestal junto a un balcón pintado de un nevado invernal, puse las manos en el fuego por estrellas pizpiretas que vaciaron sus bolsillos a los ojos de los ricos, en los pies de panales de miel entre decenas y centenas, puse la vida en el suplicio final del orgasmo cúlmine, puse tinta y coñac en tu taza violeta.

Lola cuenta la historia del hombre que la dejó vencer en las apuestas, mientras, las estrellas cuentan cómo es dormir con los señores más amables y señores, la vendetta corre por parte de los perdedores, los ganadores son incluso los que mueren sin asumirse derrotados.

Músicos lamiendo de la inspiración que se cuela en los cordones, en las hendijas que se forman entre las baldosas por las que pasan las damas de rojo y las niñas del corso, ellas saben que el eclipse no alcanza, ellas saben que a las 4 a.m. la vida recién comienza, que el juego nunca merma si el néctar no se olvida de la abeja, que por mucho que se oculte y se camufle, siempre hay un santo cuidando su pulsera.

Tigre.-

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