Perdimos cinco minutos, perdimos una vida, extraviamos en el viejo baúl de los juguetes las maravillas de la inocencia, crecimos, maduramos, y aún así, hoy nos escondemos tras el telón del anonimato más cobarde, somos sólo una frase en un libro sin autor, somos el reconocimiento post mortem, somos el resultado de la patética suma de los miedos acumulados, somos todos, no somos nadie.
Crecemos en un abismo, alimentamos la nada, resucitamos las penas por no olvidares, nos acobijamos con ellas y en la tormenta, lloramos. Cualquiera es dueño de las migajas de sabiduría que alguien nos dió de limosna, y todos saben, y nadie sabe.
Laureles para muchos, pero aplausos para nadie, creemos en el progreso, y el progreso nos escupe en la cara, creemos en el cambio, pero Marx está muerto y sus ideas hoy nos rondan en la cabeza como abejas en la miel. Nos reimos, nos tildamos de locos, nos elogiamos la facilidad para escribir, y sin embargo, nadie escribe nada.
Bebemos el jugo de las madrugadas de Sol sostenido, y en un acorde, enceguecemos la luz. Suspiro, sin ánimo de suspirar, camino, más bien danzando, escribo, por escribir, y lloramos para que el mundo se entero, que nos caemos a pedazos.
Crecemos en un abismo, alimentamos la nada, resucitamos las penas por no olvidares, nos acobijamos con ellas y en la tormenta, lloramos. Cualquiera es dueño de las migajas de sabiduría que alguien nos dió de limosna, y todos saben, y nadie sabe.
Bebemos el jugo de las madrugadas de Sol sostenido, y en un acorde, enceguecemos la luz. Suspiro, sin ánimo de suspirar, camino, más bien danzando, escribo, por escribir, y lloramos para que el mundo se entero, que nos caemos a pedazos.