Puntualizar, puntual, pulsar.

Para llegar al portal tengo que atravesar un parque con árboles y soles apagados

Para entrar, tengo una llave gastada, cerrajera de manzanas envenenadas

A la derecha un panel con buzones mal hablados, bocones, desdichados

A la izquierda, tapas acrílicas rayadas maquiavélicas, rasgadas, quebradas

No tiene una sala de espera, los que esperan ya se fueron, así que miro a las escaleras, subir, otra no queda

Las barandas, traicioneras, los escalones, artifífices de resbalones, eslabones, escalafones

Hay descansos, figurados claro, caracoles, lerdos, arrastrándose, pequeños, moradores

Del uno al seis, voces profundas, gemidos, ladridos y golpes, notas azules de Tokyo, humo, vapores, la cena, la ausencia y otro montón de ruidos 

Piso siete, un pasillo vestido de gris cemento, lloran corazones partidos, infantes dolidos, ríe un paciente perdido

Piso ocho, una dama blanca duerme en el suelo de un de un departamento incendiado, sin seguridad, sin consuelos

Piso nueve clausurado, ya estaba así cuando llegué, creo que así va a estar cuando me vaya, no importa cuándo sea, no importa lo que pase

Piso diez, palpo mi bolsillo derecho, saco mi llavero azul mientras giro a la izquierda en el remanso, las noticias hablan de los consumos, una pareja habla de excusas

Estoy en mi hogar, aunque no sea mi casa, me saco los zapatos de un tirón, afirmo mis pies en el suelo frío, me tumbo en un sillón rendido

Disocio, perdido, los ruidos tenebrosos me mantienen en este mundo, me dejan saber que no estoy dormido, fluye el tiempo, como líquido vertido 

Dos golpes en la puerta me alertan y en este contexto, en este edificio de pueblo vencido, ceño fruncido, espero atento el sismo

Dos golpes otra vez, silencio de redonda, un golpe tímido, dos golpes decididos, no es normal, me inclino y camino en sigilo 

No oigo voces, ni perdones, ni permisos, pregunto y repito, nadie contesta, abro y quedo quieto y vendido

Es ella, aunque yo no hable, desde su metro y poco y con todo decidido me pide perdón, suspiro

Susurra que me ama, que me extraña, que el tiempo es un valor devaluado en este siglo, seca mi lágrima con sus dedos

Quiebra mi máscara y me besa como me besaba mientras vivía mis pesadillas en la cama, no suelto el picaporte, puedo escuchar el infinito en los grillos 

Quiere probar de mis heridas, apoyarse en mis espalda quiere enumerar mis detalles bellos, quiere pasar, saltar la grieta

Quiero hablar, no puedo, me hace caminar, se acuna en mi cuello, cierra con seguros tras de mí, me sienta en el suelo, me rodea con su piel, me iluminan sus destellos

Cautivo, cautivado, levanta mis brazos, desnuda mi torso, abre los dedos, araña las garzas, pasó mucho tiempo, reposa su frente en mis tintas, abriga mi pecho en un abrazo 

Puedo sentir el mundo vibrar, aunque la frecuencia haya cambiado, puedo oler su aroma, aunque su perfume sea de otras notas, si en mis planes estaba el partir, planeo plantearme permitirme permanecer, transmutar, transmitir.



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