Boleros viajeros.

El chofer melancólico, la letra melodramática, pavimento húmedo, asesino de Agosto y en el reflejo de los faroles ámbar, mis uñas pintadas de colores, sirenas tornasol, arcoíris volumétrico entre la curva y la acción, subidas, bajadas, peajes, pesajes, paisajes, para la pomada de dos rebajes, el peso fantasma de su cabeza en mi hombro jurando que todo va a estar bien y es que, hay algo maravilloso en renacer, revisitar reacciones, hacerse vida en las cenizas de las aves, rehacerse aprendiendo y sumando a un catálogo de cuentos divinos, anécdotas de velos, de vinos vivos, imagino que no imaginas cómo las imágenes son imanes en el chapón de Chaplin. Ya no te espero, ni te imagino entrando por ahí, con la sonrisa grabada y la mirada empecinada en mirarme hasta cansarte, ya no pienso en verme como me verías, hoy me veo como me gustaría que me viera la mujer de los apodos, no hay más fango, no hay más lodo, me paro firme y observo al horizonte mientras canto y desengaño a mis manos danzando, mango en Buenos Aires, damazco dando placer a lo que alguna vez fue asco, porque, cuando hay que quedarse con lo bueno para compensar lo malo, es que la recompensa no fue tanta y las tormentas se llevaron todo, disfruto del silencio, de tus ojos felinos en la distancia del acuario que corono, cabalgata de las fantasías, con la expresión cansada, pero las ganas intactas, con los soles diluidos en las rutas de cuatro a poco más, una rosa por el respeto, una flor por mi palabra, un café con amor al odio, hielo para la foto, infierno para cuando no ven los otros, la gloria es ninguna más que la fobia a conformarme con apostar porotos, me supe roto, me supe nostálgico y absorto, hubo algunos que lo consideraron trágico y razón llevaban, lo era en el pecho de un corazón escombro, hoy es una palabra más que acaba en anécdota para entretener a los que están al otro lado de los focos, las garzas, el resplandor de mis manos amables cerrando sus ojos.


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