Caerán los muros de las mentes.



Que se detenga el mundo que quiero fotografiarlo, que tus letras me apuñalen, quiero absorberlas, que tu voz en mi recuerdo sean aroma de flor. Que tu tinta dé energía a mi brazo derecho y mis textos recorran la noche hasta el universo en el que estés, que entre tanta luna de miel la Luna no me espere cuando salgo a ver llover, quiero que el beat de la canción nos envuelva en la sábana que nos eleve hasta el Sol, nos haga subir como la bandera del amor, nadie sabe dónde estoy si estoy en tu rubor. Se me va otro verano se me escapa otro reclamo y se me pone vieja el alma esperando que el futuro nos encuentre cantando. Te diré que he aprendido a ver con los ojos entrecerrados el contraste de las cosas y la belleza de los libros, tanto tiempo amando los detalles y ahora puedo inmortalizarlos, letra y lente, disparos y mente, muerte y reír libremente, segundos que primero son instantes, luego eternas imágenes, sueño consciente, prueba permanente.

El vestido negro de la maga que viste de gala el mundo, sea donde sea, haga lo que haga, el rojo de sus labios dibujados, el temor al presente y sus lentes, una fotografía que guardo en el lugar donde dormimos plácidamente, sin placebos ni muñecas para adornar la noche del poema indeciso, sin claveles, sin misiles, sin pendientes. Leí, canté, escribí y tantas veces te encontré, nos hubiera puesto o no el destino aguas mediante. Me encontraste meditando imaginando el mediterráneo y sin embargo sin temor a sonar irreverente te plantaste me plantaste enfrente y me dijiste cosas que hoy son himnos en mis sueños decadentes. Décadas y décadas han sido plantadas como fronteras y han caído como muros en el antiguo Berlín Oeste, tiempo sin verte, tiempo sin escribirte, Lola, tiempo sin sentir el perfume de tu exceso cuando aprieto con ganas los dientes e intento hacerme fuerte para que el temporal no acabe por reecontrarnos en el medio de un desastre.

Suelo recostarme y pensar en qué colores vestirán tus sonrisas hoy, buscarte en los recortes antiguos y recordar la noche en que nos fuimos del parque andando, escondiendo de todos, de nosotros, el fuego que luego iluminaría las voces del coro que cantaría nuestra fábula de zorros y lunas o zorras y Lunes, o quizás era de borra y nubes, o eclipses y bares, tal vez de borrones y nuevas cuentas, perlas y teclas de un piano y velas iluminando salones, pinturas y lumbre, costumbre y candombes, estrellas y deslumbre.

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