Epifanía nostálgica.



Lola cambió sus colores y sus prejuicios mil veces, supo aprender diez veces lo mismo y reinventarse veinte, sabe de problemas, los tuvo por centenas y supo llevar su fuerza sobre ellos.

No hay misterio en sus ojos, no son ni complacientes ni penitentes, son reales, puros y sinceros, no hay secretos en sus pupilas, pueden ser lejanas pero nunca ausentes, libres de falacias, exentas de verdades a medias, lo quisiera o no, intentara o no evitarlo, no hay alternativa cuando mira, ella te escupirá la verdad en la cara y tú caerás en el infarto de su fortuna, Lola maneja en su tiempo el espacio y en su suelo el cielo, es la libertad del hombre que teme soñar y la realidad de quien desea toda su vida una fantasía tangible, ella es locura y sanidad.


Amo el silencio prolongado entre tus palabras, el negligente vértice de tus letras, adoro sorber el Brandy de tus labios permaneciendo alertados, he mirado mil veces al cielo buscándote y llueven sobre mi despeinado cabello tu bohemia y el pardo derivado de tus ojos cerrados. Del centenar de palabras que he regado en los rosedales de tu prado lamento no haber dibujado más, de la epifanía al tenerte entre mis brazos lamento no haber conservado sabor alguno entre mis párpados, de todo un tanto y tanto de nada, de la crema del café una mañana en Madrid reniego por no haber guardado algo en mi tiempo.

Se privatizaron los correos, se priorizaron los lingotes, se despintaron los murales donde reposamos al Sol y repasamos nuestros miedos, se diagnosticaron epidemias y nos despojaron de las melodías de madrugada, se dificultó ver el cielo y ardieron los enormes colosos, se columpió el mundo entero en una masacre de los principios y tú y yo seguimos siendo milagro.



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Gracias, infinitamente.


Tigre.-

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