Mi último rencor.


Y al final somos esa cuerda de la que dos partes tiran y tiran, somos la tela de araña sobre la que quién sabe cuántos elefantes se balanceaban, la fuente del cántaro, vulnerabilidades y defectos a la vista, rayones en la reluciente pintura plateada de un Corvette del 59, la pipa de Holmes, el retrato de Basilio. Al fin y al cabo somos frágiles, inseguros e inestables, cristal, un copo de nieve, una gota impactando contra el polvo de una ruta vieja en el campo que visitamos de pequeños.

Temblamos temerosos antes de lograr dormir, acariciamos el hocico del gato y le hablamos cual si fuera nuestro Freud particular, lloramos en silencio para no despertar a las ánimas del pasado insensato y el futuro impertinente que nos roba y nos roba pero no nos ofrece nada; la gravedad nos hunde cada vez más en el colchón, crujen los resortes, te extraño, suplico, te imploro, no vuelvas.

Nos creemos los enfados de tienda de regalos, nuestros gritos no se oyen siquiera en la cocina donde antes calentabas el té entre gestos y excusas, somos débiles, tememos, estamos solos, entre tantos, entre Sabina y el Nano, entre Carlitos y Astor, entre sus pasos, su rastro.

Acaba la noche y comienza el día sin sobresaltos, refugio blanco y ocaso, acaricio la flor de Lis en mi cuello, leo mis tatuajes y limpio los zapatos de mi guitarra y sus espantos, Love, Love me do, me encierro en mi coraza y espero tu nota por debajo de la puerta, no está, no estará.


Miro mis uñas, hago un mimo a las seis cuerdas sentado en el suelo de madera obscura y añeja, el gato se recuesta frente a mí y le sonrío animado. Como en un video musical de alguna banda Pop se van esparciendo flores y ribetes por la habitación, es el placer de lo que construimos, de lo que generamos, de lo que reinventamos, es el canto de lo que llevamos dentro, el recuerdo latente de lo que mantenemos vivo en nuestro pálpito, lo sé cuando canto y de a poco los coros de lo perdidos matizan mi composición, un texto o el estribillo de la última canción que te compuse y nunca te dí. 


Sale el Sol, al menos en mis ojos, estás tú, al menos en mi suspiro, para hacerme compañía, para besarme el cuello mientras te extraño, para sonreír conmigo y ponerme de pie si lo necesito, el recuerdo latente de lo que amamos sin poseer, de lo que no necesitamos ver, basta con saberte aquí en algún lado, en el Do de la guitarra o el maullido del gato, en el borde de la taza o el espejo del baño.



Maro, te extraño, pero cada día me siento más Tigre, gracias por tanto.


Les recuerdo como siempre que a la derecha del blog tienen un acceso directo para poder poner "Me Gusta" a la página de facebook de este espacio y así tener al alcance de la mano los anuncios de actualizaciones.

Buen día, buenas tardes, buena semana, buena vida, buenas vibras!

TIGRE.-




No hay comentarios.:

Publicar un comentario