Leyendas eternas.



Me uniré a cualquiera para alzar las plegarias de paz y descanso eterno, la vida después de la vida, de la dicha por el resto de los tiempos.

No creo poder ir más allá de lo profundo de mis sentimientos de hoy, cuando una vez más la fragancia a jazmín nos envuelve y conecta.

Quién dijo que los gigantes no caen o los valientes no lloran, quién dijo que las leyendas no existen, si yo tuve el inmenso placer de ver a la leyenda misma y tenerla por familia, un ser a veces tan grande que mis letras se resbalan. Qué dicha, cuánto honor haberte visto criar hijos una y otra y otra vez aunque los papeles hablen de otras descendencias, qué orgullo da saber que mucho más allá de lo que los árboles genealógicos muestren, los árboles reales, los paraísos, pinos y laureles saben que fueron cuatro tus hijos, mil tus nietos y ni un solo enemigo.

Jamás hubiera creído que tanta fuerza y empuje pudieran haber sido albergados en un cuerpo tan frágil; hoy más que una certeza es una seguridad.

Hablamos de esa pasión por vivir y luchar que cumplió casi un siglo de siembra de raíces, de plantar cimientos y estándares que hoy generan lo que en tinta plasmo, es gloria, es bandera, es el más natural respeto y el más sincero adiós, es cierto, lo digo con una pesada lágrima quemando mis pupilas, vivir no siempre significa permanecer, amar no equivale a decirlo y llorar a veces es simple silencio.

Lamento que te nos hayas ido, pero mas lamento aún perderme la reunión que esta tarde van a tener por allá arriba las tres, como antes, cuando tomaban mate mientras nosotros jugábamos a la pelota y gritábamos por todo el patio y ustedes, mis tres abuelas, mis tres madres nos veían caer y levantarnos, una, otra y otra vez… Ay viejas, cómo las extraño y las voy a extrañar cuando a la noche Susana no tenga a quien llamar, cuando nadie me enseñe secretos raros para cocinar, cuando no haya quien nos malcríe ni nos enseñe a vivir; son ustedes las personas que nos permiten crecer sin importar la edad, son ustedes las perlas del collar más valioso que se puede llevar, más no puedo hablar, si dijera que estábamos listos sería exagerar, te vamos a extrañar, tanto que no lo puedo explicar, tanto que no quiero pensar, tanto que prefiero no ir más de acá.

Un último párrafo, una última oración, un último favor, decile a la gorda y a la negra que algún día las voy a ir a visitar y esperaré con ansias el día que las vea juntas por siempre y más, como quisiera que nunca hubiese dejado de ser, como siempre las voy a recordar.

Las amo, no va a cambiar, no dejes de mirar a los chinitos crecer, su futuro es lo que vos supiste levantar, desde acá te mando el abrazo más grande que pueda dar, intentaremos seguir cada vez creciendo más para llenarlas de orgullo y felicidad cuando se peguen una vuelta para vernos pelear, gracias Chocha, gracias por una vida llena de lecciones y de amor incondicional, más que agradecido por haberte conocido, desde el lugar más triste de mi alma, que descanses en paz.

Tigre, Guille.-

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