Luz, cámara, ilusión.

Sabemos que la última imagen conocida de aquel largometraje lo mostró nostálgico y ansioso, impotente y escondido, con su frente reposando sobre el marco de una ventana de cortinas cómplices, se supieron ellos confidentes y compañeros en los peores momentos pero, ¿Qué otras tomas forman parte del resumen alojado en aquel carrete? 


Una galería de arte es hogar de creaciones varias en torno a la fábula del amor que nunca aprendió a beber, que se ocultaba tras las sombras de las esquinas, que supo verse parida en la primer mirada cómplice, la mejor de sus vidas, porque daba igual que uno llorara si el otro sonreía, por eso se daban la mano y el mundo se abría frente a ellos como los mares proféticos en una ciudad donde él se veía en los reflejos sosteniendo la mayor de las recompensas que tuvo haber sabido ver que tras las caras dibujadas un universo rendía culto a las copas derramadas y las plazas pintadas del color de las palabras. 


Nunca tuvieron el cielo tan cerca como la noche de las terrazas dormidas, incluso estando bajo el techo del país de los adornos y la ternura de los modos insomnes y benévolos;  nunca fueron tan libres como encerrados, nunca se sintieron tan ahogados como cuando los separaba la racha mala de las malas almas, hubo envidia y buenas palabras mal usadas, hubo tormentas atravesadas con alegría y lo que inundaba el suelo era la risa nerviosa y descontrolada. 


Comenta el narrador del corto animado que la mujer de las verduras en la piel es personaje secundario, quiso tener el protagónico pero le salió algo disparatado, sólo son dos los principales exponentes del material rodado, todo lo demás es decorado, aunque estos dos decoraron todo cuanto tocaron a su paso, los paso a niveles, los niveles de los juegos en los que participaron, la inclinación de los cuadros mal colgados, las manos como atadas en la espalda, las espadas con menos filo que las pupilas con las que se miraban.


Le dolían los pies, lastimados por correr de la verdad, intentaba curarla antes de clavar sus colmillos en ella, quería protegerla pero quería tenerla entre sus garras, le daban igual las constelaciones desubicadas si los planetas se alineaban, si la Luna iluminaba sus rostros y alejaba los fantasmas y fantasmas, fantasmas sobraban. Intentaban acercarse a la dama de blanco como si la muerte no los estuviera esperando del otro lado del velo, al otro lado del cielo, bajo la sombra del árbol que los vió rezarle al duende dueño de lo oculto y de los cuentos destripados una noche de canto y tanto amor desparramado.


Líneas de tiempo que se torcieron por el trazo nervioso de la mirada pálida del pálpito perplejo frente a los ojos inocentes de los ropajes mojados, se demoró el destino o se equivocaron tal vez los encargados de organizar los sueños mejor contados y peor logrados. Él a diario se pregunta si las vidas se reciclan o los ciclos se renuevan, si el aroma que le dejó al haberla tenido durmiendo entre sus brazos algún día lo abandonará, se pregunta qué hicieron las horas  aquella vez cuando tras la guerra contra los franceses en un tratado de paz con el Dios del todo ya que el tiempo durante un tiempo no transcurrió.


Se ve en su propia cinta mirando una película en la que él mismo es actor, flashes de imágenes se vuelven torbellino, todo oscurece, empieza a ampliarse el espectro en un picado que comenzó lento pero empieza a acelerar, sale del planeta, sale de la galaxia, muestra un universo distinto en todo su esplendor, no deja de dejar cosas atrás, todo se vuelve negro como si fuera todo nada, atraviesa un portal y ahora hay mucho brillo blanco, es luz, la luz del Sol entrando por una cortina, la hace a un lado, apoya su cabeza contra el marco frío y mirándola en la distancia sonríe por sentirse vivo y siente viva en su interior la gran parte de sí que le corresponde a ella, parpadea lento, una última imágen lo muestra sonreír en un plano cerrado, se apagan los focos, la función está lejos de terminar.


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