A Gibraltar en tu hombro.

Hubiera querido aquella vez también que las perlas del pastel no se derramaran como la miel, pero ella me miró a los ojos bajo el control de alguno de sus tantos Egos y yo perdido en un universo de origami dibujé con la cabeza una afirmación. Creí encontrarme a la maga de Márquez en algún sueño, creí soñar con las musas de Cortázar, pero desperté entre cronópios. Volví de hecho a dormir con imágenes de Benedetti, los lugares de Saramago y sólo escuché la voz de Eva Luna. Tengo una pila de libros en el desván y entre sus hojas sepia algunas de mis fotos están, sin embargo, a la hora de crear, no le busco ni cargo ni culpa a los demás, los ojos taurinos son para la música el compás.

Tengo un espejo a medio quebrar, su reflejo desgreñado no tuerce la realidad, un corazón dibujado con crayón para besar parece tatuado en mis ganas de volver a Gibraltar y aunque mire con desgano las ruidosas teclas de mi Lettera 32, los dos sabemos que no la puedo ignorar, que con mi vinilo favorito sonando a arrabal sus redobles son como la marcha en carnaval, extraño su andar desnudo en la madrugada de Lérida, no lo puedo negar, extraño dormirme en su hombro sin importar fecha ni lugar.

Me observaba escribiendo y yo hacía oídos sordos a sus miradas confesas, nunca fue lo suyo el disimulo, nunca fue mi fuerte jurar desnudo, pero aún así jugábamos, ella a decirme cosas sin decir y yo, a escribirle sin nombrarla aunque siempre esté aquí. Pasaron las tardes y pasaron los días libres, orfebres de pasión, forjando placer en sexo fundido con bebidas y hielo. Pasaron los veranos, intercambiamos potencia en la humedad de los labios, pasaron siglos y de vida mudamos, el Koi ha alcanzado la cima de la cascada, ha nacido un dragón de un pez por el que nadie daba nada, entre ratas de madera el alquimista hizo de las sonrisas amor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario