
Noche turbia como las nubes que cubren el infinito pero no la Luna, creo que ya es tiempo de crecer y madurar, no puedo seguir viviendo un pasado que no sé si recuerdo o imagino, mientras mis dedos hacen crujir la arena que de a poco se seca cuando las olas tras empaparlas con su espuma las dejan atrás.
Hasta dónde he llegado no lo sé, mi cabello no me permite ver por momentos, me envuelve el rostro y me lo descubre como si me pidiera que vea una vez más el paisaje, pesan mis piernas, creo que necesito descansar, me siento donde el agua apenas alcanza a rozarme y me tomo la cara con ambas manos sin saber si reír o llorar.
Quién ha sido el hombre que me he hecho ver el mundo con ojos de niña imaginándolo de algodón y caramelo, el hombre de los ojos dulces pero mirada de metal, quién es ese hombre por el cual fui mujer, el de los brazos eternos que derrochan abrazos que en el mismísimo paraíso se podrían envidiar, quién es aquel que sin acariciar mi existencia ha dejado huellas de papel en mi piel de jazmín.
Abarrotado de besos tengo el cuello, tiritando todavía hoy que los recuerdo, jamás se permitió que su aroma se deposite sobre mi cuerpo y sin embargo sus labios saben tan reales que mis labios se humedecen sin remedio y mi lengua tiembla con recelo, soy su perfume o tal vez él es el mío, no sé si quiero saberlo, no entiendo por qué no he caído en la belleza de su reflejo.

Muevo lentamente mi mano, acaricio su retrato pintado en pequeños granos dorados, créame lector que creo verlo sonriendo y esa es su mejor arma, es que si él sonríe creo perder noción de la realidad y se acerca más mi obsequio inexistente, no dejes de hacerlo, no dejes de sonreír mi príncipe y mi santo, que los ojos ocultos bajo esos párpados sonámbulos son más bellos cuando no observan felinos y vengativos, aunque tu mirada por más certera y letal que parezca está bañada en el cálido verso que recitas antes de volver a partir.
Extraño tu calor en mi vientre, necesito una vez más tus caricias escalofriantes en mi cuerpo excitado y perpetuo, necesito tus manos presionándome contra tu presencia intrépida, dame un poco más de la ternura de tus mordidas en mis artes, en mis armas, placer de Martes y Domingo, déjame una vez más amarte, desearte, aunque sea pecado y prisión, déjame ser más que tu nostálgico sentimiento, extraño aquello que nunca tuve y anhelo eso que me entretiene a la hora de concluir el día, vuelve donde nunca estuviste, no me sueltes, sé mi Tigre si es que quieres, pues tu silencio es suficiente para saber que no eres tú quien está dormido y distante, soy yo quien ha visto caer mis deseos en tu cama este Diciembre.
En algún punto necesitaba escribir desde otro punto.
Post dedicado a todos los que cumplieron años en estos días, este es mi obsequio para ustedes.
Sonrían, aunque no haya motivo, con suerte se contagia y esparce por doquier.
Tigre.-