Supe que andabas tras de mí, anduve mil pasos sobre los pasos que di para ver si así podría hallarte a ti, me perdí en un rastro poco claro de tus letras sobre todo lo que fui, intenté volver y allí no supe si ir o venir, recordaba la tragicómica escena de la mujer del tapado, aquella que escribiste en Madrid para la dama del tipo aquél al que la vida la correspondía menos que yo tu paciencia, te recordaba y te perdía otra vez pero al buscarte te sentía cerca. Supe que andabas tras de mí y yo quería que fuera así, deseaba tumbarme sobre el césped y despertar sobre ti pero temía detenerme y que pasaras por mi lado desapercibido y sin verme. Tengo la sensación de que me observas, la certeza de que me buscas y la necesidad de escribirte, me siento como tú cuando dices que al describirme sólo escribes lo que descubres que llevas inscrito dentro, maldito rebuscado, no puedo encontrarte, ¿Dónde estás, dónde te metiste? Mi hombre de tantas palabras quiero beber de tu espalda la garúa de la cima del mundo que anhelaba.
No recordaba la ciudad tan llena de recuerdos contigo, no había caído en la cuenta de que empapamos las esquinas con el tiempo que juntos consumimos, dejaste en cada paso algo que tener por recado en cada metro avanzado, te aseguraste de que pueda ir recogiendo al andar lento los mensajes que de a poco fuiste soltando, aquí me ves, papel y lápiz en mano tomando del suelo los fragmentos de ti como si fueran migas de pan en el bosque, si por mí fuera te tendría completo y de frente, sí.

¿Dónde estás? Está enloqueciendo mi reloj y creo que yo también ya que no tengo tal, perdí la noción de si estamos en mi subconsciente, en el tuyo, quién lee a quién y quién nos entiende. Funde las barreras psíquicas de ser corteza impenetrable, sigue en tu plan de buscarme que del otro lado del túnel o del puente que separa nuestra realidad irreverente estoy yo, intentando hallarte y alcanzarte.
Lola.-