Tuvimos un eclipse de alcohol dorado en vaso rebalsado, no tuvimos un eclipse, eclipsamos el tiempo y el espacio, Fuimos mercado y abasto, centro comercial y comercio vendiendo el alma al diablo, al demonio los contratos, los placebos y los armarios, al santo infierno los vocablos, es cierto, nunca logré entenderte, aunque quiera creer que alguna vez lo hice, lejos estoy de que dicha creencia sea facto, por mucho que intente mentirme y convencerme el alfabeto que más me llena es el de tus labios, escribiendo en su tacto a fuego en mi boca, mi cuello, mi abdomen y mi canto.
Tu cuerpo reposando en mi espalda y mi pecho, mis terrenos vibrando, mis fantasmas danzando y mis cicatrices curando. Ángeles riendo y brindando un espectáculo a los ausentes casi a fin de otro año, habla por mí con dardos lanzados, dame un segundo de tu paz y será un siglo de laberintos descifrados, apareces de sorpresa y no puedo hacer más que morir de encanto. Me he preguntado más de una vez "Qué hago aquí" y aún así no cambio la decisión tomada ni el sendero andado, Lola decía que aunque el mundo se tambaleara sobre una cúspide milimétrica mi porte no se vería afectado, comprobé de un modo extraño, en un escenario bizarro que sin importar qué tan descontrolado esté todo desde mi Iris hacia adentro mi exterior permanece inmaculado. Me complace la mayoría de las decisiones que he tomado, con cuchillos en el pecho o pecados entre manos, me cautiva la inexpresión de las miradas que se evitan, que las escaleras nos regalen un abrazo, me conforma saber que cuando vi en tus ojos decepción, casi llanto por mucho que mi corazón latiera en furia preferí permanecer calmado, instinto animal pero modales de felino domesticado, fantaseo con saltar a tu cuello y morder tu cuerpo, desgarrar tus hilos y curar tus manos, menos truenos y más sueño, la Flor, su aroma y el sabor de sus frutos madurando, la miel, el chocolate y las almendras, la magia de esperarla ansioso como el viaje del final, el mundo acaba si me llama Tigre, el rugido se silencia, pero no se censura el apetito de las miradas.
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