Obras Maestras.

Manos oliendo a Cal, piel gastada y espalda abatida, una vida de golpe tras golpe y de apilar ladrillo tras ladrillo, una hija que danza por ahí entre vergüenza y sencillez, una madera va y viene y un tango escribe con tinta roja en el portón. Los días se van, los pilares quedan, cimientos que serán bases de una nueva era, Otoño ventoso en el Sur del Sur, Antares brillante alumbra el próximo peldaño. Correr de unos, huir de otros, pero siempre enfrentando la misma verdad, la idea misma, por ser idea, la vida misma, por ser vida, y aunque no haya habido próspero pasado, buscar el próspero futuro, por el propio futuro, por el futuro mismo.



Hoy, en algún lugar del planeta a un obrero le dicen Feliz día, me sumo a esa idea, y que no me vengan con racismos ni con mierdas, no es mejor el que gana miles que el que gana céntimos, no es mejor el que escupe, que el que yace en el piso, pero es mejor el que no tiene, no agrede, pero a nadie abandona.

Feliz día, feliz 22, feliz Viernes Santo, feliz Viernes, feliz feriado, felices pascuas, o buen fin de semana.

Nos veremos de nuevo, si no publico antes, muchísima suerte el Miércoles, porque es lo que los buenos se merecen, no la suerte, sino el éxito.

Will.-

Final cerrado.

2da y última parte del cuento, disfrútenlo.

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Amaneció frío y hostil, la noche fue furiosa y me resultó difícil conciliar el sueño en aquella cama de roca sólida, pálida y rugosa, áspera y dura, no me costó ni un bostezo levantarme y comenzar el día, me dirigí como los últimos amaneceres al encuentro del misteriosos joven de las cargas, lo intercepté, lo seguí y esta vez, no contento con el simple hecho de esperar y que mi curiosidad muriera  siendo sólo manchones en una libreta rodeé la vivienda, giré mi bolso a mi espalda y comencé a trepar cajas mientras miraba con ambición un ventanal varios metros más arriba.
Cuando por fin logré aferrarme a la pequeña cornisa asomé mi cabeza y observé dentro, a través del vidrio manchado por el polvillo que arrastran los fuertes vientos noctámbulos pasarle solo un dedo bastó para ganar un buen ángulo de visión.
Dentro de la habitación estaba lo que buscaba, esa loca suerte característica de los cuentos para niños.
Una gran mesa adornada con todo tipo de manjares y rodeada por sillones en los cuales se hallaban sentados los comensales de lo que parecía un aquelarre arabesco, en un extremo de la misma el cargador, en el otro un hombre de unos 80 años de aspecto bárbaro, atacado por el paso de los años y con tatuajes desprolijos y decolorados, dignos de un marinero o un pirata; entre el resto de los miembros del banquete logré ver varios rostros conocidos, algunas de las prostitutas que había encontrado a lo largo y ancho de la ciudad y por supuesto, la sirena de tez pálida y ojos de deidad, permanecí calmo y a la espera, incluso cuando el primer reflejo en otro momento hubiera sido atravesar el cristal y tomarla para huir de allí.

Casi dos horas pasaron y lo único que sucedía en el amplio salón era que el hombre del extremo principal del mesón hablaba y hablaba, nadie gesticulaba, pero de pronto hubo un silencio, el muchacho se levantó, cruzó el lugar, tomó de las manos del marinero un monto considerable de oro y se marchó mientras todos lo observaban con rostros impacientes, con cierto dejo de pena o dolor. Desde mi posición logré escuchar los pesados sillones arrastrando contra el suelo y todos se dispersaron, sólo quedó el viejo en su trono de piedra. Bajé rápidamente, casi cayendo y corrí a la entrada buscándola a ella, a la distancia la vi salir, aceleré el paso, la tomé por la cintura mientras Febo emprendía su partida y la noche caía sin vacilar, tapé su boca y la aparté de la vista de todos,; me miró con cierto pánico, miró mi boca, entrecerró sus ojos lentamente y me besó con toda ternura, sin poder evitarlo sucumbí ante tal obsequio.
Tras algunos golpes de nuestros labios se alejó y volvió a mirarme sin culpa, pero con cierto miedo en sus pupilas levemente dilatadas, alguien puso una mano en mi hombro derecho, por detrás, y temí que lo hecho hubiera sido una gran estupidez.

Giré sobre mis talones esperando un golpe o quizás una puñalada pero al tiempo que volteaba la pequeña frente a mí sonreía alegremente. Cuando completé la media vuelta me encontré con el anciano que me condujo hasta el joven que transportaba los bultos, el desconcierto se incrementó al percatarme de que él también sonreía, casi rejuvenecido, con una mirada mucho más cómplice, desencajando con lo derruido de cuerpo y no tuve más que condescender y sonreír también.

Ambos me condujeron a una habitación extremadamente humilde en lo alto de un suburbio, humilde sí, pero increíblemente acogedora, muy bien decorada. Me sentaron gentilmente y convidaron con algunas frutas frescas, mirando a mi alrededor empecé a atar cabos, a afirmar teorías, ellos eran padre e hija.

Bebimos zumo de limón en silencio durante unos minutos y luego el padre de mi nueva musa comenzó a hablar en un tono calmo, con voz mucho menos lúgubre que aquella primera vez que lo oí en el callejón, recordándome a su bella hija, así conocí la historia real y todo tuvo sentido al fin.

“Simbad, el marino”, viejo despreciable, mitómano y aprovechador, con sus fábulas falsas y baratas de viajes y proezas atrae a jóvenes desesperados, carenciados y con ansias de salvación para ellos y sus familias, los conduce a su pequeño palacio y les paga sólo por oír sus mentiras, les da dinero que sus otros servidores ganan durante las noches y finalmente los hace parte de su negocio de vicios y prostitución, de perdición. Viejo asqueroso que trafica con la necesidad y el futuro de sus víctimas, impune desde el punto en que los reclutados creen en él y sus promesas, cosecha fantasías que solo son parte y alimento de su enfermedad, repugnante y sin escrúpulos.

Llegué a Bagdad buscando una historia para escribir y la dejo en este maltratado aeroplano con algo más que eso, un texto que publicar, una verdad que contar, un nuevo amor, y un muerto en el placard.-

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Gracias por todo una vez más.

Un abrazo enorme a todos. 


Seguimos en contacto, nos encontramos de nuevo en unos días.

Opinen, comenten, disfruten, lean.

Will.-

Perspectivas.

Hablemos de la perspectiva no gráfica, de la que no tiene que ver con profundidad, volúmenes y distancias, sino de la que trabaja sobre nosotros a la hora de observar y por lo tanto contar una historia, de la influenciada por entorno, por cambios mínimos o enormes que pueden alterar completamente una situación dependiendo desde donde ésta sea atravesada. Hablemos ahora de cuentos, de los que nos contaban cuando éramos niños, cuentos escritos desde una perspectiva en particular y que cuando ahondamos en el tema y analizamos las distintas opciones pueden cambiar totalmente.
Voy a compartir con ustedes, mis fieles lectores : ) una actividad que preparé en su momento y que por cosas que tiene el día a día nunca llegó a ser más que una historia en un papel, juguemos con la perspectiva y veamos qué cambia.
En 2 partes voy a presentarles un cuento clásico contado desde otro ángulo, con otras verdades sobre la mesa.

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Hace ya algunos años, en uno de mis tantos viajes como profesional, me hallé buscando algo que escribir en la antigua y mal llevada Bagdad, cuna de grandes corsarios, de famosos ladrones y, por sobre todo, poblada mayormente por mendigos y mercaderes; una de las tantas urbes subdesarrolladas y plagadas de conflictos y enfermedades, ciudad que por ser capital debería de mantener alguna tendencia, pero es algo que aún no ha sucedido, con vestigios de la antigua Babilonia, con enormes y ostentosos monumentos, hogar de vándalos por la noche, lugares de culto y turismo durante el día, mixtura de religiones, nombrada de este modo por su significado persa “Donado por Dios”, vaya a saber uno si los islámicos presagiaban una donación como ésta, echada a perder así,  destruida en tantos aspectos, pero eso ya es otra materia que no me corresponde, soy un literato, no un historiador.

Pasé algunas semanas en esta ciudad sin encontrar en esta ciudad sin encontrar más que anécdotas absurdas o históricas, cuando uno escribe no basta con algunos falsos intentos por llamar la atención y/o ganar algunas monedas de oro, aunque es cierto que he conocido a una que otra prostituta ansiosa por escribir en mi piel sus facultades para el amor por solo unas brillantes piezas para cambiar por algo de comida; nunca me consideré un avaro, por el contrario, mi posición económica ha ido mejorando este último tiempo gracias al avance en el campo literario, por lo que me gusta pagar a quien presta servicios de la manera más generosa o más adecuada a la calidad de los mismos.

Unos días atrás una joven dama de unos “veinti-tantos” años logró satisfacerme completamente, complacerme satisfactoriamente, una muchacha bellísima, increíblemente educada y amable, un tesoro mal valuado en estos tiempos de pobreza. Una bella flor en medio de aquel vasto desierto.
La ví aquella noche en la que me dejó sin aliento y sin poder articular palabra, le di todo lo que traía conmigo, si hubiera tenido más, también lo hubiera entregado.
Al día siguiente la busqué sin resultados favorables, pregunté por ella pero nadie supo decirme dónde encontrarla, hastiado de los esfuerzos en vano, decidí subir la apuesta e ir en busca de lo que se acostumbra llamar su “amo”, para así concertar un encuentro o incluso, de ser posible, la “compra” de aquella hermosa y frágil mujer, para amarla día y noche, para darle la vida que merece, hacerla sentir tan valorada como pueda, refiriéndome en este caso al valor real, no al económico.

Como era de suponerse, no fue fácil dar con alguien que manejaba tan amplio negocio en Bagdad, pero tras un tiempo de intentar e intentar un anciano de un puesto ambulante se me acercó y con voz áspera y vestigios de una joroba me pidió que lo siguiera, asentí y me condujo a un callejón formado por paredes amarillas, me preguntó por lo bajo qué buscaba y le describí así a la artífice de mi mayor placer hasta ese día, le dije que no era más alta que mis hombros, que en sus oscuros cabellos hasta el Sol del mediodía podía apagarse, de cuerpo hábil y bien dotado por los Dioses, mujer de pálidas mejillas sólo coloreadas por el rojizo rubor del pudor cuando sus ropas acariciaron su piel al bajar hasta sus pies manchados de arena y tierra. El viejo se sonrió, me habló de amor aunque no puedo afirmar qué fue exactamente lo que dijo, poco le entendí y cuando pretendí preguntar una vez más me pidió que caminara tras él.

Anduvimos algunos metros, quizás doscientos, tal vez más, me detuvo súbitamente apoyando su mano esquelética en mi pecho y se llevó un dedo a los labios pidiéndome silencio. Sin hablar hizo que asome mi cabeza por detrás de algunas canastas de mimbre apiladas de dos en dos, tras ellas, entre una gran cantidad de gente estaba un muchacho cargando varias cosas en su espalda, encorvado por el peso, mi seudo guía me marcó con una seña que ese pequeño muchacho de tez trigueña y pelo negro era a quien debía seguir para continuar mi búsqueda, después me miró, giró y se perdió en la multitud dejándome allí solo y listo para hacerle caso sin muchas más opciones, así fue que fui tras el joven con cautela, manteniendo cierta distancia para que no note mi persecución.

El cargador se detuvo frente a una bella edificación, aguardó a que se abriera la puerta y entró. Esperé allí mientras garabateaba notas en el cuadernillo que me acompañó durante todo el viaje, la espera se hizo monótona y molesta y comenzó a notarse en los tachones y letras agonizantes o muy remarcadas, pero tuve mi recompensa, por fin salió mi objetivo, acompañado por un siervo, ahora sin carga, pero contando oro, una buena cantidad, algo así como cien piezas o más, muchísimo en relación con el bulto que transportaba al llegar, así supe que algo mal había en todo el asunto, lo dejé ir y me encaminé al centro cuando la noche caía a buscar a la mujer con voz de plata y pecados de maga.

Dos noches pasaron, dos días volaron, siempre el mismo sistema, seguir al muchacho, buscar a la muchacha, el saldo, negativo. Cansado ya de intentar en vano volví al lugar donde pasé mis días y me dispuse a intentar dormir, en otra ocasión hubiera escrito, no fue el caso, no pude siquiera pensar en ello.


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En algunos días publicaré la segunda y última parte, espero les guste la primera. Será hasta dentro de un tiempito, gracias por seguir leyendo.

Y una cosa más, para  los que gusten dejo la dirección del grupo de Facebook del blog en el cual se publican las actualizaciones de mismo al instante, son bienvenidos los quieras formar parte del mismo.


Buen fin de semana, buenas vibras, disfruten.

Will.-